El estreno mundialista de Portugal ante Alemania se vivió de forma tibia al otro lado de la frontera. Los aficionados lusos ya se esperaban un arranque complicado ante un combinado tan potente como Alemania, pero la goleada no mermó ni un ápice la ilusión de los portugueses.

"Solo es el primer partido", se repetían una y otra vez. "Yo estoy convencida de que llegaremos lejos, a la final", trataba de convencer Catarina Reis a los clientes de su establecimiento, que abarrotaron su terraza para seguir en directo el encuentro.

Dentro de la Fortaleza, Valença parecía un pueblo fantasma. Ni un alma se atrevía a asomarse al calor. Algún turista despistado, quizá. La pastelería "Carabela" acogía un grupo pequeño de seguidores, que no alcanzaba la quincena, pero poco eufóricos. Con el 1-0 ya consideraban que "no sería un mal resultado para empezar".

El ambiente de fútbol latía fuera de los muros, en la zona nueva. Allí, las cafeterías hacían su agosto con aquellos que pudieron presenciar en directo el lance, ya que la hora del encuentro, las 18.00 horas, no ayudaba a aquellos que tuvieron que trabajar. La tibieza y la poca euforia contrastan, sin embargo, con las esperanzas de los lusos de firmar un buen campeonato en Río. La mayoría están convencidos de que Cristiano Ronaldo, su gran ídolo, los llevará a la final. Una final donde, puestos a soñar, se atreven a desear emparejarse con Brasil.

La indignación por la tarjeta roja a Pepe fue un clamor. "Quizá la mereciera, pero creo que Muller también debía ser castigado", expone Leornado Brito. En la segunda parte, el ánimo decayó. Había que aguantar el tirón hasta el pitido final. "España tampoco arrancó bien", se consolaban mirando las barbas del vecino. "Ahora hay que ganar los partidos que restan, y a la final".