Diez años se cumplieron el pasado jueves del primer título de Nadal en Roland Garros. Fue ante el argentino Mariano Puerta, desde hace muchos años retirado a causa de un escándalo de dopaje. Desde aquel día, o mejor dicho, desde cuando debutó a punto de cumplir 19 años en el torneo que le ha llevado a la gloria frente al alemán Burgsmuller, al que se impuso por 6-1, 7-6, 6-1, ha disputado 66 partidos contando la final de ayer frente a Novak Djokovic. Diez años inolvidables en los que ha habido un denominador común: además de su maestría en la pista, su actitud dentro y fuera de ella ha sido exquisita, hasta el punto de que se ha metido al exigente público francés en el bolsillo. Es la historia de una década prodigiosa.

Muy lejos queda ya la imagen del Nadal con aspecto juvenil. Pelo largo y camiseta sin mangas con el que se ganó el apodo de 'Gerónimo'. Era el Nadal todavía tímido, que no dominaba el inglés y que precisaba continuamente la presencia de su jefe de prensa, Benito Pérez Barbadillo, para que le ayudara a responder las sesudas preguntas de los peridistas ingleses y norteamericanos. Ahora es otro Nadal. Un adulto que no da un paso en falso, que desmenuza los partidos en las ruedas de prensa, con una memoria prodigiosa, recordando hasta el último detalle del partido que acaba de disputar.

El 31 de mayo de 2009 se produjo lo que algún día tenía que ocurrir, la derrota de Nadal en París. El sueco Robin Soderling, ya retirado a causa de una mononucleosis y ahora director del torneo de Estocolmo, consiguió lo que nadie había logrado, tumbar al mejor tenista de la historia sobre tierra. Se interrumpía así una racha de 31 victorias consecutivas en la capital francesa. El público francés celebró la victoria del sueco como si de un compatriota se tratara, lo que provocó el enfado de Toni Nadal, que calificó de "bastante estúpida" a la afición parisina. "Basar la felicidad en la derrota de otro me parece una mala filosofía", dijo el tío y entrenador del campeón. Federer aprovecharía el tropiezo del mallorquín para conquistar el único grande que le faltaba. Nadal se tomaría al año siguiente la revancha -aunque es un término que a Nadal no le gusta emplear- y conquistó ante Soderling su quinto título. No ha vuelto a perder en París.

Con su victoria sobre Novak Djokovic, en su noveno título en Roland Garros, el tenista mallorquín iguala a catorce entorchados grandes con el mítico norteamericano Pete Sampras y se coloca a solo tres de Roger Federer. El suizo ha frenado en seco la consecución de títulos grandes. En Wimbledon, su torneo favorito, que ha ganado siete veces, tiene una buena oportunidad de superar los siete del norteamericano Pete Sampras y aumentar de nuevo su ventaja, sobre todo con Nadal, que viene por detrás en tono amenazante.

Fue la de ayer una jornada redonda para Nadal. Además de conquistar su noveno título en Roland Garros, consigue retener la corona que le acredita como el mejor tenista del planeta. Además del título, estaba en juego el liderato mundial, que lo regentaría el que se llevara el partido. El campeón mallorquín entra hoy en su 138ª semana como número uno, el sexto jugador en esta hipotética clasificación, todavía lejos de las 170 del genial norteameriano John McEnroe. Djokovic se quedó en 101 tras perder su condición en octubre del pasado año.

Si no ocurre nada extraño, Nadal saldrá de Wimbledon, que comienza a final de este mes, con la corona a buen recaudo porque no defiende puntos al ser sorprendentemente eliminado en la primera ronda de la última edición por el belga Steve Darcis. Djokovic, por su parte, defiende la final que perdió ante el escocés Andy Murray.

Seguir en lo más alto supone la guinda para un Nadal que hace tiempo que resta importancia a si es o no el número uno. Es un devorador de títulos y es lo único que le preocupa, seguir aumentando un palmarés de leyenda. Como dice Moyá, "tras el catorce grande ya piensa en el quince".