El Celta ha sellado prácticamente su continuidad en Primera División con una devastadora victoria en el Estadio de los Juegos Mediterráneos que permite al equipo vigués disfrutar del más plácido final de curso de los últimos tiempos. Con finura en las formas, destreza en el manejo de la situación e inapelable contundencia en la resolución, desarboló ayer el conjunto de Luis Enrique al trémulo Almería y alcanza tierra prometida mientras observa la luz roja del descenso difuminarse a lo lejos en el retrovisor.

La permanencia no es aún una realidad matemática, aunque sí un hecho virtual, que no tardará en materializarse para un equipo que rinde por igual en casa que a domicilio sin distinción de enemigo. Con ocho puntos de ventaja sobre la zona de y cuatro partidos por delante, dos de ellos frente a rivales de su mismo pelaje, Valladolid y Osasuna, el Celta afronta con merecida tranquilidad y la satisfacción del deber cumplido el mes más angustioso del campeonato.

El ansiado objetivo de conseguir una permanencia despreocupada se ha cumplido incluso antes de lo que se pensaba y se ha certificado con un fútbol vivaz, elegante en la formas y atrevido en la ejecución.

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Luis Enrique desplegó sobre el césped del estadio almeriense su versión más afilada. Repitió fuera de casa Michael Krohn-Dehli como pivote, con Rafinha como interior derecha con ibertad de movimientos, Álex López a izquierda del danés y la tripleta Orellana, Charles y Nolito en el frente de vanguardia. A pesar de cierta relajación inicial que se saldó con un disparo a la madera de Rodri y algún que otro agujero defensivo, los celestes reclamaron la pelota, la hicieron fluir con veneno y encontraron, sobre todo en el segundo tiempo, espacios para ganar el área con combinaciones letales. Pero quizá la mayor virtud del equipo, al margen de mostrar una pegada que se echaba de menos, fue su inteligencia para manejar los tiempos y explotar la angustia del adversario para inclinar el campo a su favor.

Nolito y orellana

Repitieron juntos después de mucho tiempo y formaron un dúo verdaderamente desequilbrante, al que se unieron, aunque de forma algo más intermitente, Rafinha, clave en dos de los cuatro goles, y Charles, que regresaba al campo de su mejores tardes, y anotó (tras un fuera de juego no pitado a Nolito) el segundo gol. Pero lo de Nolito y Orellana fue toda una exhibición. Puro desequilibrio.

El artista gaditano, cuya forma física estuvo tiempo atrás en entredicho e incluso le costó algunas semanas la titularidad, es ya el máximo artillero celeste, con diez goles, a los que hay que sumar ocho balones a la madera. Esta cifra de goles era la mínima que él mismo se había marcado para no considerar su temporada un fracaso. Tiene aún cuatro partidos para incrementarla.

De Orellana hay que destacar su capacidad de desborde (incluso a contramano), su solidaridad en la ayuda y su pulcritud técnica, pero sobre todo de su implicación y sentido colectivo, mérito que hay que atribuir en buena medida a Luis Enrique, que ha sido capaz de rescatar a un futbolista depurado, aunque ciclotímico, que parecía destinado a la venta de saldo.

Aunque más intermitente en el juego, la contribución de Rafinha, que suma una asistencia más y dejó, con algo de fortuna, el primer gol en bandeja a Nolito tras una hermosa arrancada, fue también estimable, lo mismo que el enorme despliegue de Michael Kroh-Dehli en mitad del terreno, donde también brilló, y contribuyó al buen gobierno de la pelota, Madinda.

récord a domicilio

El pasaso sábado, en la conferencia de prensa previa al partido, Luis Enrique aseguró que de ser el de ayer el último partido de Liga, preferiría que se jugase en Balaídos, incluso señaló el técnico, que en su opinión su equipo ha jugado mejor en casa que a domicilio. La resultados cuentan sin embargo más que las sensaciones y el hecho es que el Celta no solo suma más puntos lejos de Balaídos que ante su gente (21 por 19), sino que ha igualado el récord histórico (y puede superarlo si gana en Pamplona o en Mestalla) de triunfos a domicilio establecido en la pasada década, en diferentes campañas, por Fernando Vázquez y Miguel Ángel Lotina.