La eterna lucha entre Real Madrid y Barcelona escribe un nuevo episodio. Lo hará en Mestalla, escenario de la última final que enfrentó a ambos hace dos años y resuelta en la prórroga, en un encuentro que posiblemente se decidirá en función de cómo asimilen sus respectivas ausencias. La de Cristiano Ronaldo en el caso de los blancos; la de casi todos los centrales en el lado barcelonista. Trabajo para los entrenadores, en el aspecto táctico y también en el anímico.

El Real Madrid jugará huérfano de Cristiano Ronaldo, el hombre que capitaliza casi todo su fútbol de ataque pero sin que el equipo también sabe vivir en los partidos de andar de casa. Otra cosa es cuando enfrente aparece un titán. El recuerdo de lo sucedido en Dortmund, el último día en que el portugués se perdió un gran partido, deja demasiada inquietud en el ambiente. Nadie cargó con la responsabilidad, ni asumió un papel protagonista. Hoy deberían hacerlo. Pese a los esfuerzos por recuperarle y el enigma con el que han rodeado la situación física del de Madeira, Ronaldo verá desde la grada el partido y Ancelotti tendrá que tomar decisiones importantes. Bale, Benzema y Di María formarán el trío de ataque y la presencia del argentino en esa línea le dará al equipo mayor capacidad de esfuerzo en una zona en la que el Real Madrid abusa de lo "contemplativo". Eso posiblemente liberará al técnico argentino para recurrir a Isco en el medio del campo en lugar de Illarra y elevar las posibilidades de los madridistas de esconder el balón a los azulgrana. Por ahí girará en gran medida el partido, en la capacidad que el Real Madrid tenga para filtrar pases y comprometer a una defensa de ocasión que es la que alineará el Barcelona.

Porque el gran problema de Martino, uno de los muchos que debe afrontar esta noche, es formar a los cuatro de atrás. Se sabe que Alves y Alba estarán en los costados pero el problema estará en el centro. Piqué no llegó a recuperarse, Bartra ha sido convocado pero no parece en condiciones. Ante este panorama la decisión pasa por elegir a un futbolista de otra posición (Adriano parecería el favorito) o confiar en la reaparición de Puyol que lleva meses sin jugar un partido oficial y ha tratado de forzar para llegar en condiciones de echar una mano al equipo. El otro dolor de cabeza de Martino es Messi. El argentino, apagado en las últimas citas, se ha convertido en el centro de todas las conversaciones y tertulias sobre la situación del equipo. Crecen los rumores sobre su apatía reciente y el barcelonismo aguarda a que la proximidad del Real Madrid, la excitación de la rivalidad, la posibilidad de levantar esta noche un nuevo trofeo despierte a la fiera que hay en él. El Barcelona lo necesita para evitar una semana que sería catastrófica para sus intereses en caso de perder. Hace siete días se despidieron de la Liga de Campeones; el pasado sábado sufrieron un contratiempo en Granada que complica y mucho sus opciones de conquistar la Liga y ahora se juegan el último título que parecen tener a mano contra un Real Madrid que sí parece un punto por encima de ellos desde el punto de vista futbolístico y también mental. Pero lo de esta noche es un clásico, un partido que tiene poco que ver con la lógica y en el que las teorías solo sirven para las horas previas. Demasiada pasión, excesiva rivalidad agitada de un modo brutal en los últimos tiempos que si se traslada al campo posiblemente lleve el choque a un lugar que no le conviene a ninguno de los dos equipos. Pero Real Madrid y Barcelona garantizan un combate extraordinario independientemente de las ausencias con las que lleguen unos y otros.