"Quitando la marca, que está lejos de lo que quería hacer, todo lo demás, lo que he vivido aquí en Londres ha sido bestial". Así resumía Pedro Nimo su experiencia en el Maratón de Londres, que ayer coronó al keniano Wilson Kipsang, plusmarquista mundial (2h03:23), con un tiempo de 2h04:29 en un maratón denominado como "la carrera del siglo". Se trataba del maratón con la mejor participación de la historia -cuatro de los diez más rápidos del mundo-, aderezado con una liebre de lujo, Haile Gebrselassie, y dos debutantes de relumbrón, Mo Farah y la etíope Tirunesh Dibaba.

Ingredientes más que suficientes para que la decepción por la marca no sea tan dolorosa para el santiagués. "En Londres, que es donde más dinero hay, no han podido batir el récord del mundo. Todos los grandes han quedado lejos de sus marcas, pero desgraciadamente la gente se va a acordar del tiempo y de la marca, no de las condiciones de la carrera, si hacía viento, si el circuito era duro y exigente o no. Esa es la dureza del maratón", se lamenta.

En posesión de una marca personal de 2.12:10 (Viena, 2009), el santiagués obtuvo el tercer puesto entre los europeos, por detrás de los británicos Mo Farah y Chris Thompson. Era el sexto maratón de su vida y su mejor marca en los dos últimos años.

Confiesa, sin embargo Nimo haber sufrido como nunca. "Corrí solo del kilómetro uno al cuarenta y dos. Arreglé España tres veces", bromea notablemente agotado horas después de cruzar la meta. "En el kilómetro 34 empecé a notar que no iba muy allá. En el 35 bebí y me sentó mal. Ya empecé a sentir pequeños escalofríos y pinchacitos en las piernas", comenta. "Me queda la pena de por lo menos no haber podido disfrutar de los últimos kilómetros en una carrera como esta", añade el maratoniano, que asegura que tuvo "lagunas" en algún momento de la carrera.

No oculta que en algún instante se le pasó por la cabeza parar. "Rocé bajar de 2 horas y 12 minutos, pero el GPS, que fue mi único compañero de carrera ayer, enseguida me indicó que iba lento, muy lento. Pensé que no iba a acabar, pero por toda esa gente que te anima, que te grita, no te paras".

Al cruzar la meta tuvo que ser atendido por los servicios médicos. "El médico me dijo que llegué muy amarillo. Probé a comer algo y me sentó fatal", indicó. "La pena es que me muero por un muffin de chocolate y no me entra nada ahora mismo", bromeaba tras la carrera, tras la que se confesó "reventado". "No sé si reír o llorar, la verdad", reconoce. El circuito "ratonero" de Londres, el calor y el viento se cruzaron también en su camino. "Sacando el crono, lo que he vivido aquí es increíble. Había gente con banderas de Galicia gritando y apoyando y pienso que tengo la suerte de que pese a no haber hecho la carrera esperada hay mucha gente que me sigue apoyando y me ha llamado para darme ánimos".

En este sentido se acordó de Mo Farah. "Se están cebando con él. Y la verdad es que es una persona muy humilde y respetuosa con todos sus rivales. Ha demostrado que es humano y que tiene sus limitaciones, pero también hay que reconocerle que ha sido uno de los grandes atractivos de esta carrera. Si no estuviera él, ni Gebre, ni Mutai a mi mismo no me hubieran ni traído", reflexiona mientras pone la la vista ya en su próximo objetivo: "A ver qué pasa ahora en Nueva York".