La maldición de Vallecas persiste para el Celta, que se encontró en el modesto estadio madrileño con la horma de su zapato y encajó frente a un rival directo una goleada que retrasa al menos un par de jornadas sus planes de dejar certificada la permanencia. Lo mismo que en Balaídos en la primera vuelta los franjirrojos superaron a los celestes con claridad en todas las facetas del juego. Jémez ganó a Luis Enrique en la pizarra y los madrileños superaron a los vigueses sobre el césped. Fueron mejores con la pelota, más efectivos frente a la portería y aprovecharon mejor los errores del rival, que no fueron pocos. Incluso con diez, tras la justa expulsión de Rat por agredir de modo infame a Charles, los de Jémez manejaron la situación sin grandes agobios.

Luis Enrique recurrió de partida a todo su arsenal y desplegó su perfil más afilado con Krohn-Dehli de pivote, como cierre de un quinteto ofensivo devastador. Rafinha, a su derecha, y Augusto, arrimado a la izquierda, flanquearon al danés en posiciones interiores y Orellana, Charles y Nolito ocuparon el frente de ataque.

Toda una declaración de intenciones la del técnico asturiano, que no se dejó casi nada en el armero. Pero la acumulación de piezas de ataque y la determinación con que el Celta presionó en terreno franjirrojo no se tradujo en un mayor gobierno de la pelota. Orellana sufrió pegado a la línea de cal y no hubo noticias del chileno; Rafinha arrancó desde demasiado lejos; Augusto careció de lucidez llegando desde segunda línea; y Charles, que sigue sin ver puerta, estuvo en general desubicado y desasistido.

Apenas Krohn-Dehli y Nolito tuvieron cierto protagonismo en un campo contrario en un duelo de dominio alterno y cautela mutua. Las precauciones fueron evidentes en ambos equipos, que decidieron no asumir riesgos en la circulación de la pelota cuando el rival presionó alto y se mostraron disciplinados en el achique del espacio.

En este escenario no es extraño que las ocasiones de gol llegasen en jugadas de estrategia o en algún error desafortunado. El primer aviso lo dio, de hecho, el cuadro celeste con la pelota detenida. Krohn-Dehli bombeó al segundo palo una falta desde el vértice que Mallo peinó al cogollo del área para que Íñigo López fusilase a Rubén, pero el zaguero riojano engatilló mal el tiro y el portero del Rayo atrapó fácilmente el balón.

En esta fase inicial de dominio alterno la réplica la dio Bueno, tras un centro de Arbilla desde la derecha y a continuación Charles estuvo a punto de robar el balón al portero en un despiste. Y antes del gol del Rayo Krohn-Dehli y un muy activo Iago Falque, omnipresente en el ataque franjirrojo, probaron fortuna desde media distancia, pero sus disparos no llevaron veneno y se perdieron sobre la portería o los atrapó con facilidad el portero.

Y de imprevisto, con el partido en tierra de nadie, el Rayo golpeó al Celta en medio de la línea de flotación con un balón que llegó a Falque tras un infortunado resbalón de Hugo Mallo y que el vigués templó al segundo palo donde Rochina, libre de marca, golpeó con dureza la pelota, que se coló en la red tras pegar en Íñigo López. El tanto descompuso al Celta, que perdió el sitio en el campo y se fue de vacío al descanso.

Luis Enrique reaccionó tras el intervalo cambiando a Álex López por un inédito Orellana y situando a Rafinha en su posición natural de extremo derecho. Pero antes de que la estrategia pudiese surtir algún efecto, el Celta se encontró con un segundo gol en otra desventurada acción, en este caso, de Yoel, que se tragó un disparo cruzado de Alberto Bueno en la primera contra que armaban los franjirrojos. El segundo tanto dejó definitivamente sin oxígeno al equipo vigués. que recibió el tercer, casi sin darse cuenta, once minutos después, esta vez con un disparo de Roberto Trashorras que Bueno desvió lejos del alcance del portero céltico.

El partido parecía ya sentenciado cuando Rat fue expulsado con tarjeta roja directa por una alevosa agresión a Charles, que poco después tuvo que abandonar el campo con la nariz rota. Con casi media hora por delante, se abría un resquicio para la remontada. El preparador celeste quemó las naves con la entrada de Santi Mina y Mario Bermejo, todo lo que le quedaba, por Charles y Augusto y el Celta retomó el mando del partido. Pero el Rayo replegó filas y se defendió con orden y los celestes apenas pudieron gozar de un yermo dominio de la pelota ante un adversario que tampoco se resignó a vivir en la trinchera, sino que trató de contragolpear cuando atisbó un resquicio y, aunque vivió algunos momentos de apuro, tuvo la virtud de acabar el encuentro en los dominios de Yoel. La permanencia tendrá que esperar.