Conocí a Juanjo Crespo cuando llegué a Vigo para ser preparador físico del Celta con Fernando Vázquez. Juanjo llevaba ya algún tiempo en las categorías inferiores y fue también en ese verano de 2004 cuando pasó al primer equipo, que entonces no tenía un médico fijo (subía Mario Galán o algún otro, dependiendo del día). También nos fuimos prácticamente juntos. A Vázquez y a mí nos destituyeron en abril de 2007. Juanjo abandonaría el club a la conclusión de la temporada, junto a tantos otros como Javier Maté o Moncho Carnero. Mantuvimos el contacto desde entonces, lo que me ha permitido disfrutar durante muchos años de él como persona y como profesional.

Juanjo sabía muchísimo de medicina deportiva y te hablaba como si estuvieses a su nivel. Daba gusto trabajar con él. En un equipo de fútbol, a veces resulta complicada la integración de profesionales que proceden de disciplinas diferentes. Pero con Juanjo todo era sencillo. Sabía escuchar y valorar la opinión de todo el mundo.

Colaboraba en mil tareas distintas, sin ceñirse exclusivamente a las funciones médicas. Recuerdo aquella pretemporada en Aix-les-Bains. Juanjo hablaba a la perfección el francés. Era el único. Y lo empleábamos para comunicarnos con los empleados del hotel, en los campos? Otro nos hubiera dicho que nos buscásemos un traductor. Él se prestaba a todo.

En la primera impresión, para la gente del entorno del equipo, Juanjo parecía serio, muy formal. En un club del nivel del Celta debes mantener cierta distancia. En la intimidad era diferente.

Fue muy importante además para que aquí se conociese la medicina deportiva, que en aquel tiempo todavía no estaba muy integrada en el mundo del fútbol, donde entonces el cuidado de la salud se limitaba a traumatólogos y fisioterapeutas. Juanjo había estudiado en Francia, era muy de la escuela francesa, y ponía mucho empeño en defender su especialidad.

Entonces y después de abandonar el Celta mantuvo siempre una intensa actividad, dando clases en la Universidad de Pontevedra, atendiendo en sus diferentes campus y en hospitales como Fátima. Cada vez que lo llamaba, siempre lo cogía de camino entre un lugar de trabajo y otro. Cuando le pedí que se uniese a la Fundación Isidre Esteve, no dudó un segundo en colaborar con nosotros en el centro puente que tenemos en Coruxo para discapacitados físicos.

Prácticamente hasta el final ha mantenido esa intensa agenda, aunque llevaba enfermo varios años. Prefería ocultar el alcance de su dolencia. Si bien muy delgado, se mantenía hiperactivo. En febrero participó en el curso que la Fundación dio en Pontevedra a estudiantes y profesionales de educación física y fisioterapia. Seguía siendo un torbellino en las conversaciones, pasando de un tema a otro y volviendo al inicio, sin que uno fuese capaz de seguirlo. Juanjo Crespo era de esos tipos que dejan huella.

*Preparador físico