Balaídos volvió a demostrar su sintonía con su equipo en una de las citas más esperadas de la temporada, ante un Atlético de Madrid que se ha convertido en una amenaza real para Real Madrid y Barcelona en la pelea por el título. Levantó mucha expectación el duelo ante los "colchoneros", funcionando las taquillas de Balaídos a pleno rendimiento y quedándose a menos de 700 entradas de colgar el cartel de "no hay billetes".

Todo apuntaba a que se podría conseguir la mejor entrada de la temporada, superando a la que se registró en la visita del Barcelona -26.636 espectadores- pero finalmente se quedó en el segundo escalón, con la nada desdeñable cifra de 24.539 espectadores, que vibraron con su equipo al ritmo que éste mandaba, pasando por las mismas fases, con una reacción algo mejor después del duro mazazo de los dos goles seguidos de David Villa, que silenciaron Balaídos, pero vibrando con la buena primera parte que ofreció el Celta, cargada de intensidad y buenas intenciones.

La temperatura en las gradas iba creciendo a medida que el termómetro iba bajando y la noche iba cayendo sobre Vigo, con personajes destacados como Iago Aspas, que vio desde el palco a su equipo de toda la vida con su habitual temperamento. La gente apuraba en la calle hasta en los últimos minutos para disfrutar de la soleada jornada que hubo en la ciudad pero reservó energías para volcarse con el Celta desde que los jugadores salieron por el túnel de vestuarios, con un himno a capella que retumbó como en las mejores ocasiones, quizá pensando en esos aficionados que inauguraron ayer la experiencia 'Balaídos Universal', destinada a unir a los celtistas de todo el mundo a través de sus smartphones.

Contento con el desempeño de su equipo, el celtismo jaleaba sin parar y encontró en el criterio de Mateu Lahoz el motivo perfecto para entrar en ebullición, protestando el rasero que el trencilla ponía para señalar las faltas, muy alto, y el pasar por alto dos posibles penaltis por mano cometidos por los defensores del Atlético de Madrid, que terminaron de encender a los asistentes al municipal olívico.

Estaba satisfecho el plagado estadio de Balaídos, lo que se notó en la despedida del equipo con el pitido final de la primera mitad pero, al igual que el Celta, salió algo frío en la reanudación, quedando definitivamente congelado con los dos goles de David Villa, celebrados con rabia por el asturiano, necesitado de alegrías, No dio el Guaje tiempo a la animada grada a intentar levantar los brazos de su equipo, que tiró de raza para afrontar la misión casi imposible de remontar, lo que obtuvo la recompensa de sus aficionados, a los que no les pasó por la cabeza reprochar nada a sus héroes, que fueron despedidos con una ovación, algo que se ha convertido en un clásico entre una afición y un equipo en la misma sintonía desde hace tiempo.