El fútbol es un deporte difícil de descifrar, casi imposible, que convierte en inútiles muchos de los razonamientos campanudos que genera. Los partidos caen de un lado o de otro en función muchas veces de simples detalles que poco o nada tienen que ver con cuestiones como la justicia. El fútbol no entiende de méritos, sino de goles y ese fue el problema del Celta ayer. Los de Luis Enrique habrían derrotado al Elche a cualquier cosa que se hubiesen enfrentado ayer. Pero lo hicieron al fútbol y de poco le sirvió su exhibición en el segundo tiempo, su monólogo sin apenas respuesta, su dominio, su control e incluso su plasticidad. Llegó por momentos a enloquecer al Elche que no sabía cómo frenar aquella producción ofensiva. Pero casi todos sus ataques murieron a un palmo del meta rival, en el último paso, en el centro definitivo. El Elche salió una vez de la cueva, cazó con el pie cambiado a la defensa viguesa y marcó el único gol del partido. El reglamento es concluyente: los puntos, para el que acierta. Sabe mal, pero es la ley del fútbol que en otras ocasiones esta temporada le ha servido a los vigueses para llevarse la victoria. Toca aprender y recapacitar sobre las cosas que se pudieron hacer algo mejor.

el centro

Pocas veces encontrará el Celta un partido en el que haya pisado tanto el área rival, en el que haya generado semejante cifra de llegadas. Un aluvión por los dos costados -sobre todo por donde jugaba Orellana- hasta el punto que el Celta pasó gran parte del segundo tiempo a unos pocos metros de Manu Herrera. Pero disparó muy poco porque falló casi siempre en el pase definitivo, en el centro, en la asistencia final. Hubo una jugada elocuente en el segundo tiempo: una llegada de Hugo Mallo hasta línea de fondo, cuatro jugadores del Celta se quedan a buscar el pase al punto de penalti y el centro va hacia donde no había nadie. En esa acción a Mallo le faltó ese punto de calma y precisión en el último instante para encontrar al compañero y hacer valer el dominio que el Celta ejerció en el medio del campo, insultante en el segundo tiempo.

el cambio

Luis Enrique probó ayer una nueva variante en ataque. Jugaron los esperados -teniendo en cuenta que Charles llegaba tocado al partido- pero con las posiciones cambiadas. Mina a la izquierda; Rafinha en el centro y Orellana a la derecha. Lo sufrió el Celta porque Rafinha tuvo menos contacto con la pelota y por los costados costó más trabajo abrir la defensa del Elche, bien pertrechada y con el punto de tranquilidad que les daba tener a Rafinha un punto "inutilizado" , lejos de la zona de creación. En el segunto tiempo volvieron las cosas a su sitio y el Celta fue un equipo mucho más reconocible en comparación a lo que se ha visto en las últimas semanas. Con Rafinha en contacto con la pelota, el Celta apretó al Elche, generó superioridad en todas las zonas del campo y no le costó descoser a los de Escribá, que hubieran firmado el empate a media hora del final del partido. El Celta y Luis Enrique también tiene que reflexionar en relación a esos 45 minutos "malgastados".

augusto

Curoso su caso. Hizo una primera parte excelsa, omnipresente. Ejerció de Augusto y un poco de Rafinha -enredado en la pelea con los centrales-. Pero cuando Luis Enrique desató al brasileño es como si este se tragase el espacio del argentino que pasó un segundo tiempo en un tono mucho más gris, más apagado. Influyó también el cansancio, pero fue una pena no tener en ningún momento del partido pletóricos a Augusto y Rafinha al mismo tiempo.

mina-charles

No hay partido en el que Mina no nos recuerde lo que va a ser muy pronto. Ayer dejó cositas en el primer tiempo (caído a la izquierda) y luego una maravillosa arrancada en el segundo tiempo que recordó la de Villarreal. Pero apareció Charles en escena y en diez minutos había provocado dos amarillas y dos ocasiones simplemente por ese afán de hacerle la puñeta a los centrales que tiene. Es la diferencia que da el oficio, ese extra que el canterano terminará por aprender.