En el Celta caben todas las edades, los insolentes dieciocho años de Santi Mina y los castigados treinta y cinco de Mario Bermejo. Los trece minutos que compartieron ayer en el campo constituyen una extraordinaria campaña de imagen para el Celta y para el fútbol en general. Les separan diecisiete años, pero les une un entusiasmo contagioso por su profesión. No es de extrañar que el público se entregase a ellos de forma ciega. En uno reconoce los goles que están por llegar; en otro la pasión y el deseo de volver a sentirse importante tras superar una terrible lesión en el crepúsculo de su carrera. En una noche llena de grandes emociones Mina se hizo mayor de edad y lo celebró con el gol del triunfo sobre el Athletic de Bilbao; Bermejo reapareció tras su grave lesión, la ovación que escuchó puso a prueba los cimientos del viejo Balaídos y demostró que la grada no olvida la importancia que este viejo soldado ha tenido en la reciente historia del Celta. Los dos delanteros simbolizan mejor que nadie el triunfo incontestable de un Celta que ahorró efectivos pensando en la Liga, pero que se comportó con el vigor y el entusiasmo que exige el respeto a la profesión. El 1-0 es el premio justo a la enérgica segunda parte de un Celta repleto de jugadores pocos habituales, pero que mantuvo el nivel de tensión que requería el Athletic hasta desbordarle para lograr una interesante renta de cara al partido de vuelta dentro de dos semanas en el nuevo San Mamés. La Copa no es una prioridad como bien ha dejado claro Luis Enrique, pero los vigueses dejaron claro que no la van a tirar. Conceptos bien diferentes.

La convocatoria del entrenador asturiano pudo dar la idea de que el partido era un estorbo en la vida del Celta. El técnico dejó fuera de la lista, al margen de los tocados, a Oubiña, Toni, Yoel y Charles, algunos de los futbolistas más exigidos durante esta temporada. Con el Valladolid y el Osasuna aguardando a la vuelta de la esquina en la Liga, no tenía sentido correr riesgos. Sin ellos compuso una alineación extraña, con Krohn-Dehli como pivote escoltado por Rafinha y Alex; y un trío de ataque formado por Nolito, Orellana y Santi Mina. El resultado fue un partido sin control, jugado a las revoluciones que suele imponer el Athletic, con escaso toque en el medio del campo y excesiva prisa por llegar al área rival. Se sintieron más cómodos los vascos en ese ir y venir gracias sobre todo a los agujeros que Muniain fue abriendo en el eje del centro del campo vigués. Krohn se mostró demasiado impreciso para construir y Rafinha, pese a sus evidentes muestras de su talento, confirmó que la distancia con el área rival le empeora como futbolista, le dispersa. El Athletic, más cómodo en el galimatías, se encontró con Sergio Alvarez -el elegido para la portería viguesa- en sus primeras ocasiones de gol mientras el Celta hubo de esperar al minuto 40 para disfrutar de su primera gran ocasión en un mano a mano de Mina con Herrerín.

El panorama cambió por completo en el segundo tiempo por la presión tan extraordinaria que planteó el Celta que se decidió a no permitir ni una salida sencilla del Athletic. Le apretaron hasta la asfixia y los de Valverde optaron por quitarse el balón de encima como buenamente podían. Cargaron los vigueses por los costados -notable otra vez Orellana, más desafortunado Nolito-, en el medio tanto Alex como Rafinha superaraban a sus marcadores y siempre que el balón asomaba por el área aparecía Santi Mina. El joven delantero sufrió ante Gurpegi, que le cerró casi toda la noche, pero tuvo la inmensa virtud de no desistir. Su rostro no transmite la voracidad que hay en su interior. Insistió como lo hizo todo el equipo hasta que en una jugada dejaron a Gurpegi sin aire. El central, exigido falló un despeje, y Mina se fue como un poseso a por el balón dividido. Herrerín no sujetó el balón y el muchacho, más ágil de reflejos, marcó a puerta vacía. El gol coincidió con unos minutos magníficos del Celta que ganó claridad con la presencia de Madinda en el medio del campo. Krohn dejó de tener tanto peso en la salida de la pelota y el gabonés ordenó aún más al Celta con la tranquilidadad que suele poner de manifiesto cada vez que pisa el campo. Fue otra de las grandes noticias del partido, como el sobresaliente Sergio, el buen comportamiento de los centrales, el partidazo que ya no es noticia de Hugo Mallo o el rendimiento que está dando Jonny en el lateral izquierdo, decidido a quedarse con una de las posiciones que no tienen dueño en el equipo de Luis Enrique. El Athletic no podía ni abrir la boca porque los vigueses le agobiaron hasta la extenuación. Para completar la fiesta entró en acción Mario Bermejo que reaparecía tras meses apartado de los terrenos de juego por una grave lesión. El público lo celebró como si fuese todo un acontecimiento. No es para menos. El delantero ha tenido una importancia indiscutible en la vida del equipo en los últimos años y el equipo difícilmente no estaría en la actual situación sin algunos de sus goles casi milagrosos. Salió al campo y derribó a un rival de un cabezazo. La prueba de que está de vuelta, de que no ha perdido ese entusiasmo casi juvenil, el que ayer empujó al Celta toda la noche.