Sant Boi y L'Hospitalet comparten vecindad en la comarca del Baix Llobregat. Una rivalidad ciudadana que se ha trasladado al oval. El Rugby Club L'Hospitalet fue fundado en 1973. Desde 1983 compite en edad sénior. Casi siempre en categorías inferiores a la División de Honor, de la que la Santboiana jamás se ha movido (y es el único equipo que se mantiene inmune a descensos). Ambas escuadras competían en amistosos, torneos, la Lliga Catalana... Pero durante dos campañas de la pasada década también se cruzaron en la élite. Fueron cuatro derbis dominados por la igualdad y la tensión, siempre disipada al cabo en las cervezas del tercer tiempo. Los del Hospitalet achacan al árbitro una de sus tres derrotas. De ese dolor se curan con la victoria que lograron, un instante único en su existencia.

Aquel día, sobre la cancha, estaba David Monreal liderando a su delantera como talonador. No podía ser de otra forma. Monreal militó en el Hospitalet durante 23 años. Entró con nueve. Un amigo de la escuela se lo propuso. "Yo era brutote y algo torpón para jugar al fútbol, donde me ponían de portero suplente". El campo de rugby, Bellvitge, le quedaba cerca de casa. Allí descubrió un deporte hipnótico. Y con el tiempo se construyó otra familia. Avanzó a la par que muchos compañeros de generación. Con 17 años debutaba con los mayores. Con apenas 22 ó 23, al retirarse gran parte de la generación anterior, empezó de ejercer de capitán al alimón con su amigo Jimmy. Y así hasta los 32 años, en que emprendió la aventura neozelandesa de la que regresaría un lustro después para dirigir al Vigo.

Durante su larga etapa tuvo ofertas para mudarse. Del USAP de Perpiñán, que lo quiso calibrar durante una pretemporada, y no se atrevió porque tenía un trabajo fijo ("me arrepiento, porque hubiera sido probar por uno de los grandes clubes de Francia, pero es la decisión que tomé entonces"). También de equipos españoles como el Montjuic o el Moraleja, que manejaban dinero. Y sí, de la Santboiana, con la que estuvo entrenándose durante tres semanas. "Al final les di las gracias y les dije que lo sentía mucho. Me sentía a gusto allí, pero prefería quedarme en el Hospitalet, con mis amigos de toda la vida", explica.

Es su particular credo, el que ha aplicado a lo largo de su carrera. Este verano rechazó una oferta suculenta de otro club de División de Honor. Prefirió quedarse en Vigo. "Estoy muy a gusto. ¿Para qué cambiar? El dinero no lo es todo. Quizás me equivoque, pero es mi manera de ser", argumenta. El ambiente familiar que disfrutó como jugador en el vestuario de Bellvitge es el mismo que fomenta ahora en As Lagoas. "A veces, como entrenador, debes tomar decisiones duras. Pero yo siempre actúo pensando que será por el bien del equipo. Y no me gusta que los veteranos ejerzan de machos alfa. Quiero que exista buena relación entre todos. Esa una de nuestras fortalezas", argumenta.

Esa cohesión espiritual resulta imprescindible para intentar la hombrada este sábado en el Baldiri Aleu de Sant Boi. El Vigo perdió por poco allí en la campaña 2011-2012 y arrancó un valiosísimo empate en la 2012-2013. Monreal sonríe: "Según la progresión, nos toca ganar". No estarán solos. Más de un centenar de aficionados se desplazaron desde L'Hospitalet a animar a los gallegos en las dos ocasiones anteriores. La presencia en el banquillo visitante de Monreal, su eterno capitán, convierte al Vigo en aliado. Es el derbi que disfrutan a la espera de que la casaca naranja de su club recupera el sitio entre los grandes.