El Celta le debía un gran regalo a su afición, que ayer vivió uno de sus días más felices al lograr lo que solamente los ultra optimistas creían que era posible. Nada mejor que la permanencia en Primera para celebrar los noventa años de un club que ha confíado a su cantera el difícil papel de competir en una de las mejores ligas del mundo.

Cuando Mateu Lahoz dio por finalizado el partido, el celtismo invadió el terreno de juego, como antes había hecho en otros estadios de la península para que su equipo no se sintiese solo.

El regalo fue mayor si cabe porque la victoria de los célticos supone el descenso del Deportivo, presente también en los cánticos de Balaídos, que registró una de las mejores entradas de la temporada.

En baloncesto, la ACB premia al final de la temporada a la mejor afición del campeonato. Este año recayó en la del Obradoiro. El baloncesto, en eso, también es diferente al fútbol, que de copiar la idea tendría que otorgarle el galardón de esta Liga al celtismo. Los seguidores del Celta tuvieron un comportamiento extraordinario, incluso cuando el equipo era colista y, a falta de dos jornadas, le quedaba un pírrico 4 por ciento de posibilidades de mantenerse en Primera. Ni un reproche escuchó la plantilla celeste. Ni siquiera a un jugador como Roberto Lago, al que el presidente del Getafe, su nuevo club, puso en apuros al hacer público algo que ya se sabía en Balaídos. En un año complicado, en Vigo no hubo un caso Fernando Llorente, como en San Mamés, ni nadie insultó a sus jugadores cuando las cosas iban peor, como sí hicieron en A Coruña. Las noticias del celtismo han sido todas positivas en esta ocasión, y recibieron la atención de los medios de otros lugares por subirse a un catamarán que les acercase a Balaídos desde la Illa de Arousa, por ofrecer "mejillones a terceros" o por sus constantes quedadas o viajes multitudinarios para acompañar al equipo.

Además, en las últimas jornadas, Balaídos colgó el cartel de entradas agotadas y los jugadores fueron recibidos al llegar al estadio como héroes, tras superar un cordón de seguidores con bengalas.

Ayer se repitieron las mismas ceremonias y el estadio se convirtió nuevamente en un mar de olas celestes, que comenzaron a empujar al equipo con cánticos antes de que la megafonía anunciase una alineación en la que el público coreaba el apellido de cada futbolista. Y con la garganta entonada, el himno a capela se escuchó más allá de Matamá.

Con la mejor afición de la Liga, el Celta salió a por una victoria que le mantuviese vivo en Primera. Pero todo pasaba por el resultado de Riazor, por lo que muchos aficionados añadieron unos auriculares al pack que incluía la camiseta y la bufanda celestes. A pesar de que todo el mundo quería estar informado, a los tres minutos de juego corrió como un tsunami la noticia de que la Real Sociedad había marcado en Riazor.

La falsa alarma llegó también al césped y el Celta vivió momentos de confusión en su juego, hasta que Oubiña encontró un hueco en el gran atasco y Aspas le regaló una croqueta de jamón ibérico a Insa para que Balaídos enloqueciera de felicidad.

El sueño estaba más cerca y se preparaba la gran invasión del terreno de juego. Cinco minutos más tarde, el gol de los donostiarras en A Coruña se celebró tanto o más que el propio. En media hora, el Celta estaba virtualmente salvado. El cuerpo pedía que todo acabara ya, reclamaba fiesta por todo lo alto.

Los aficionados más informados incluso celebraban los goles del Sevilla, pues la derrota del Valencia animaba más si cabe a la Real, que con el gol en Riazor recuperaba la cuarta plaza y saboreaba el premio de participar en la Liga de Campeones próxima.

El descanso sirvió para aclarar la situación y seguir haciendo cábalas, que pasaban sobre todo por marcarle el segundo gol al Espanyol. Los periquitos habían fallado en exceso en la primera mitad, por lo que nadie quería forzar aún más el ritmo cardiaco. Había que estar preparados también para repeler un infarto, porque Balaídos rozaba el colapso vital cada vez que el rival entraba en zona de peligro.

Cuando el corazón se apretaba, el celtismo enmudecía y deseaba que todo se acabase de una vez. Entonces volvió el abanderado de Lío en Río atravesando la grada a la carrera.

Y en ese ánimo estaba concentrado todo el celtismo que brota con fuerza pese a las adversidades y que se ha ganado el título de mejor afición de la Liga 2012-2013, a pesar de que su equipo estuviese metido en el agujero casi todo el curso. Salió en el momento decisivo.