Pocos entrenadores pueden presumir de haber sido tan queridos incluso en el trance de su destitución. Paco Herrera se fue llorado incluso por los que creían conveniente el cambio. "El cuerpo técnico que encabezaba Paco Herrera ha sido de lo mejor que ha pasado por este club", declaró el consejero Pedro Posada, al que se le encomendó acompañar al extremeño en la rueda de prensa de despedida.

La intervención de Herrera en ese acto acompaña a su historia. Se acomoda bien al talante exhibido durante toda su etapa. Ni un solo reproche a la directiva, pese a que aseguraba haberse enterado por la prensa de la decisión. "Estoy llorando por dentro porque han sido tres años y le tengo mucho cariño al club", afirmaría. Pero también sollozaría por fuera en algunos momentos de su discurso.

De Paco Herrera queda, en consecuencia, un balance inclinado hacia lo positivo. Prolongó la apuesta de Eusebio por la cantera, mejorando su nivel competitivo. Transformó al Celta en un candidato al ascenso en su primer año. La amargura de aquellos penaltis en Granada no frenó el crecimiento de la escuadra, que un año después culminaba el retorno a Primera División.

Es cierto que Herrera nunca logró que el equipo rindiese a satisfacción en la máxima categoría. Aunque elogiado por su calidad combinativa, al equipo le pasó factura su escasa contundencia. La nula producción fuera de casa lo lastró. El Celta se encomendó a Balaídos. En 11 partidos como local, sumó cuatro victorias y cuatro empates; en 13 partidos como visitante, solo un triunfo y un empate. Fue la derrota por 3-0 en Getafe la que lo sentenció. "Son los resultados los que me apean del Celta", aceptaría.

Otra cosa es el análisis de las razones que llevan a tal balance estadístico. Las opiniones difieren mucho en cuanto al reparto de culpas. En general, según se percibe en los diferentes medios de expresión social, Paco Herrera no sale malparado. Son más acidas las críticas hacia la directiva, el director deportivo o algunos integrantes de la plantilla.

Pero Paco Herrera tiene su cuota de responsabilidad. En la confección de la plantilla, porque estuvo indeciso sobre algunas contrataciones y se negó a otras interesantes debido al perfil polémico del jugador en cuestión. Herrera había apostado por un grupo fácil de manejar. Aunque positivo como idea, se le fue la mano. A la plantilla le ha faltado agresividad y malicia.

En cuanto a sus decisiones, los resultados le obligaron a maniobrar sobre su planteamiento original y no acertó a encontrar el remedio. Por otra parte, se sintió solo en los turbulentos tiempos del mercado invernal, cuando tuvo que lidiar con situaciones tan complejas como la de Roberto Lago y especialmente la de Iago Aspas.

El caso es que Paco Herrera sabía que su margen se agotaba pese a aquel "será mi entrenador aunque descendamos" que pronunció Carlos Mouriño. Creía, sin embargo, que la frontera estaba en el partido contra el Granada en Baláidos. Que fue el del debut de Abel Resino.

Difícil herencia para el sustituto. En lo deportivo y especialmente en lo sentimental. La elección de Resino no generó entusiasmo. La rodeó además la polémica del rechazo a Salva Ballesta como ayudante, manipulada políticamente por parte de la prensa madrileña.

Abel ganó aquel primer partido, pero sin curar la enfermedad del equipo. Su discurso no caló en el vestuario. Su receta futbolística, condensada en la defensa adelantada, ahondó en la fragilidad céltica. El derbi de Riazor, anotado para resurgir, resucitó en cambio al rival y torpedeó al Celta, privado de Aspas durante cuatro partidos por su cabezazo a Marchena.

Un mes tardó Abel en matizar su propuesta. Cuando por fin situó al equipo en un emplazamiento más confortable, ya pareció que no daría tiempo. El Deportivo se sintió salvado; también el Zaragoza a falta de diez minutos de su partido con el Athletic; incluso el Mallorca tuvo fe tras ganarle al propio Celta. Pero ninguno acabó de enterrar al Celta. Abel sí mantuvo su fe. El premio será seguramente seguir al frente de la nave si bien desde Praza de España aseguraban que hubiera seguido de igual forma.