El Celta sigue en el lugar que le pertenece. Con sufrimiento, pero el equipo vigués ha correspondido a una afición que ha tenido una fe sin límites. Nadie apostaba por los hombres de Abel Resino tras caer en Balaídos ante el Atlético de Madrid. Sólo el celtismo mantuvo la ilusión. Ese estado anímico se contagió al terreno de juego. El triunfo ante el Valladolid y la victoria por la mínima ante el Espanyol permiten al cuadro celeste continuar en la élite del fútbol español y ser, en estos momentos, el rey del fútbol gallego.

El encuentro comenzó mucho antes del pitido inicial de Mateu Lahoz. Miles de personas escoltaron el autocar del Celta desde Manuel de Castro hasta el estadio de Balaídos. Las bengalas y las enseñas celestes mostraron los primeros metros de la senda de la salvación. El ambiente era idóneo para dar el primer paso para lograr la victoria. Los tres puntos permitían soñar con la permanencia siempre y cuando el Deportivo tropezase ante la Real Sociedad. El cuadro herculino volvió a fallar en un desenlace liguero y permite al equipo vigués sellar una permanencia que parecía imposible.

Abel Resino dio continuidad al equipo que logró la victoria en el José Zorrilla. El único cambio, obligado. El técnico manchego confirmaba su confianza en Rubén Blanco. El guardameta mosense era el elegido para suplir al lesionado Javi Varas en detrimento de un Sergio Álvarez que acortó los plazos de recuperación para llegar a tiempo al duelo ante el Espanyol. La otra incógnita residía en defensa, dónde el preparador céltico decidió mantener a Bellvís y Cabral como titulares.

El guión previsto sólo se cumplió en los primeros minutos de partido. El Celta comenzó intenso, excelso en la presión y buscando con verticalidad la portería contraria. El premio llegó pronto. Oubiña iniciaba una jugada que tenía a Iago Aspas como destino. El moañés caricaturizó a Colotto con un gran regate, dio el pase de la muerte para que Natxo Insa, llegando desde segunda línea, alimentase el sueño de la permanencia.

Habían pasado quince minutos. Un cuarto de hora en el que el cuadro celeste lo había hecho todo perfecto. El balón era suyo. La manija del partido también. Sin embargo, cuando el marcador se puso de cara todo varió. El Espanyol se convirtió en el dominador del encuentro. El Celta retrocedía metros ante un rival crecido al no jugarse nada. Stuani y Verdú llevaron el miedo a Balaídos. Sin embargo, sus dos intentos de poner las tablas en el marcador se encontraron con un Rubén Blanco que volvió a ser clave en la victoria. El juvenil ha demostrado en estos dos partidos que tiene mimbres para ocupar la meta celeste y que está llamado a hacer grandes cosas en el mundo del fútbol.

Los hombres de Abel Resino evidenciaban su situación dramática. Todo o nada. Ser o no ser. No cabían los grises tras 38 jornadas de competición. De momento todo iba de cara. Victoria y derrota del eterno rival. Sólo el Mallorca se mantenía con opciones al golear al Real Valladolid. Pero el reloj transcurría lento en Balaídos. La grada intentaba tirar del equipo, pero el colectivo jugaba a la ruleta rusa. No le duraba nada la posesión de balón y buscaba con demasiada rapidez la portería que ocupaba Kiko Casilla.

El Celta mostraba síntomas de desgaste físico. La mente pasaba factura. Abel Resino decidió refrescar la sala de máquinas en un cambio que se ha convertido en habitual. Álex López cerraba su temporada y dejaba su lugar en el verde a Levy Madinda. Hacía falta músculo en la sala de máquinas. El internacional gabonés, otro componente del filial al igual que Rubén Blanco, asumió galones. Dio una asistencia a Iago Aspas que pudo suponer la sentencia, pero el remate del moañés acabó impactando con el cuerpo de Kiko Casilla.

El resultado ponía a prueba el corazón de la grada. El sufrimiento y el Celta siempre han ido de la mano. En esta ocasión también sería así. El Espanyol ya no creaba el peligro de otros compases de partido, pero un solo gol de los pericos echaba por tierra las aspiraciones del cuadro celeste de continuar en Primera División. En la recta final del duelo los hombres de Abel Resino tuvieron tres contragolpes muy claros para poner la puntilla. Iago Aspas, primero, desaprovechaba un regalo de Forlín y erraba en el mano a mano ante el meta blanquiazul. Poco después, Krohn-Dehli, en el segundo palo, no conectaba bien el remate y volvía a indultar al equipo catalán. Ya al filo del descuento, De Lucas, quizás demasiado solidario, telegrafió el pase para Levy Madinda, una asistencia que acabó interceptando un defensor del Espanyol.

Al final hubo un desenlace final. El sufrimiento incluso hace que la euforia se desate con más felicidad. El Celta acabó el curso con una sonrisa, renovando su continuidad en la élite del fútbol español con un equipo plagado de jugadores de la cantera. Todo un ejemplo para demostrar que, con gente de casa, los triunfos saben mucho mejor. El cuadro celeste se asienta entre los más grandes. El celtismo ha encontrado el premio a su fe.

Ficha técnica:

Celta: Rubén Blanco; Bellvís, Cabral, Túñez, Roberto Lago; Oubiña, Natxo Insa, Álex López (Madinda, 71´); Augusto Fernández (Orellana, 89´), Krohn-Dehli (De Lucas, 86´) e Iago Aspas.

Espanyol: Kiko Casilla; Javi López (Mattioni, 59´), Colotto, Raúl Rodríguez, Capdevila; Forlín, Víctor Sánchez (Cristian Gómez, 65´); Stuani, Verdú, Simao; Sergio García.

Gol: 1-0: Natxo Insa (14´).

Árbitro: Mateu Lahoz (comité valenciano). Mostró tarjeta amarilla por parte del Celta a Oubiña mientras que por el Espanyol vieron cartulina amarilla a Sergio García, Mattioni y Colotto. Expulsó por doble amarilla a Forlín (88') por doble amonestación.