Pablo Cacheda confirmó ayer lo esperado. Abandona el Academia Octavio tras cinco temporadas. Llegó del Balonmano Lalín siendo adolescente, apenas rebasados los 16 años. Se va con 21, convertido en hombre gracias a la consolidación de su juego y en un señor por la forma escogida para su despedida. El presidente académico, Javier Rodríguez, y el entrenador, Quique Domínguez, lo arroparon en el acto final. Aún debe seleccionar destino entre las alternativas que tiene sobre la mesa.

El Octavio ha podido disfrutar de la eclosión del genio dezano. Debutó en Asobal con 17 años. Sterbik le detuvo el primer lanzamiento. Porfió y superó al gran arquero, entonces en el Ciudad Real, en la siguiente acción. Este atrevimiento lo distingue. Durante los tres últimos ejercicios ha sido pieza esencial en el esquema de Quique Domínguez.

"Esta decisión no es la más fácil que he tomado en mi carrera. Llega en un momento difícil para el club,", reflexiona Cacheda. "Siempre dije que si algún día me tenía que ir, me gustaría que el club se quedase en Asobal. No ha podido ser. He intentado ayudar en todo lo posible, pero no se ha podido cumplir".

Rodríguez y Cacheda ya habían acordado su marcha hace dos meses. Pactaron con facilidad las cuestiones económicas. "En minuto y medio", asegura el presidente. Poco le importó a Cacheda saberse fuera. En el instante fatal del descenso de Huesca se recostó contra una portería. Nadie era capaz de consolarlo. Llegó a plantearse seguir. "Le he dado muchas vueltas a la cabeza", admite. "Pero por mucha pena que me dé tengo que ser egoísta y pensar en mi futuro. Espero que esto sea lo que me dé de comer durante unos años. Debo buscar la mejor opción".

Presidente, entrenador y jugador enumeran a los personajes importantes de esta etapa. A la gente del Balonmano Lalín. A Roi Sánchez, que lo descubrió para el Octavio. "Era el que más empeño tenía y me convenció enseguida", revela Quique. A otros técnicos rojillos, como Andrés Martínez y Luis Santos. A los compañeros de tantas plantillas ("de todos he aprendido", señala el joven).

La familia de Cacheda tiene un papel crucial en el relato. "Agradecezco a sus padres la confianza que tuvieron cuando hace seis años me reuní con ellos en Lalín. Seguro que no fue fácil dejarlo marchar tan joven. Valoro lo bien asesorado que está por sus padres, que nunca han levantado los pies del suelo, que nunca se han creído nada, que son gente muy normal y natural, igual que él. Seguiremos su carrera con muchísimo cariño porque se va uno de los nuestros".

Cacheda habla con igual devoción del entrenador. Ya Javier Rodríguez le recuerda: "Nunca te olvides, estés donde estés, seas el central de la selección española o lo que seas, que tu padre deportivo será siempre Quique Domínguez".

El central tiene una dedicatoria especial a "los amigos del vestuario. Como este, ninguno". Y concretando su admiración por Fran González: "Me lleva 20 años. Parece imposible que podamos tener la relación de amistad que tenemos. Para mí es también como un padre dentro del vestuario, me ha dado los mejores consejos".

Rodríguez habla de Cacheda como "futura estrella del balonmano español y mundial". Quique Domínguez lo confirma: "Tiene una cabeza privilegiada para jugar a esto y un enorme amor por este juego. Pone muchísima pasión a la hora de entrenar y sobre todo de jugar. Disfruta con lo que hace. Eso le hará llegar a dónde él quiera".

Cacheda, sereno durante todo el discurso, con madurez de veterano, no descarta regresar algún día. "Espero que pasen muchos años y que haya por medio una carrera satisfactoria", desea, antes de certificar por enésima vez: "El Octavio es mi casa".