Hace unos meses un antiguo miembro del cuerpo técnico del Deportivo me contó lo que supone la presión de tener que ganar para salvarse del descenso. Me habló de lo vivido en el vestuario de los coruñeses durante el decisivo partido contra el Valencia de hace un par de años. Algunos jugadores tenían la atención dispersa, otros eran incapaces de atender a las instrucciones del entrenador y casi todos tenían en su mente las paralizantes consecuencias de una posible derrota. Hasta me relató cómo un destacado futbolista rompió a llorar en el descanso del partido. Los entrenadores saben que gestionar la activación de los jugadores se parece mucho a preparar una paella. Si el fuego es insuficiente, el grano se quedara duro. Si, por el contrario, nos pasamos el arroz pasará a estar demasiado blando. Hay que encontrar el punto exacto. La relación entre la activación de los jugadores y el rendimiento deportivo tiene una forma de U invertida. Existe un nivel intermedio óptimo que permite alcanzar el máximo rendimiento. Un nivel de activación muy bajo o muy alto limita la mejor prestación de los jugadores. No es tan negativa la situación del Celta en esta definitiva jornada. Se enfrenta a un equipo que no se juega nada. No es extraño que el Espanyol haya obtenido 1 punto de los últimos 15. Su activación es mínima. Hace tiempo que está a otra cosa. El Deportivo llega a su final después de haber desaprovechado varias oportunidades para salvarse del descenso. Y eso lo puede notar. Es más fuego para su arroz particular. Además, la Real Sociedad se juega mucho. Es sin duda una semana para los entrenadores. Para los buenos entrenadores. Su capacidad para gestionar la parte psicológica del estado de forma será fundamental. Hay que alcanzar el mejor estado mental para competir. Seguro que algún equipo se pasará y otro se quedará corto. Lástima es que al final sea un asunto entre equipos gallegos. Pase lo que pase no será una buena temporada para nuestro fútbol.