El programa de los Internacionales de Roma anunciaba ayer una final entre Roger Federer y Rafael Nadal, la segunda entre ambos en la pista central del Foro Itálico tras la memorable y maratoniana que protagonizaron en 2006 y que necesitó más de cinco horas para que se inclinara a favor del español. Pero no hubo final. Puede que al suizo le abrumara el recuerdo de aquel encuentro, que le pesaran las diecinueve derrotas acumuladas a lo largo de su carrera ante el español, las doce en catorce partidos disputados sobre arcilla. Puede, simplemente, que este nuevo Nadal sea sencillamente tan superior al suizo. El caso es que en poco más de una hora sumaba el balear su sexto título de la temporada, el séptimo en Roma, el 55.º de su carrera y el 41.º en tierra. Una victoria que llega además con premio añadido, pues coloca a Rafa como líder de la temporada a pesar de haberla empezado cuando el resto ya había disputado el Abierto de Australia, es decir, con 2.000 puntos de desventaja respecto a Djokovic, y en la cuarta del ranking de la ATP cuando Roland Garros aparece a la vuelta de la esquina.

La de ayer fue la victoria más rápida de las veinte que suma ya Nadal sobre Federer. Y aún pudo serlo más pues sacó el de Manacor con 5-1 en la segunda manga para cerrar el partido. Fue entonces el único momento en el que Federer se echó para adelante, logrando el único «break» ante el saque de Nadal y manteniendo a continuación el suyo. Hasta entonces Rafa le había empujado hasta el fondo de la pista, allá donde ni le gusta ni sabe jugar. No controlaba la bola con el revés tan lejos, tenía que pegarla ante los envíos liftados, potentes del español, que en poco más de una hora acumuló del suizo nada menos que 32 errores no forzados... si es que los envíos de Nadal no le forzaron los fallos.

Federer, que había alcanzado la final sin ceder un set, sólo pudo hacer cuatro juegos a un Nadal que había pasado apuros ante Ferrer y Gulbis pero que a la hora de la verdad sacó a relucir todo su genio. Como ante Berdych en semifinales, como frente a Wawrinka en la reciente final de Madrid.

Es el nuevo Nadal, el jugador que ya no se conforma con envolver pelotas desde el fondo de la pista esperando que el rival, agobiado, aburrido, abrumado, acabe por fallar. Ahora sabe que sus rodillas conviven con el dolor y no están para pasar horas y horas en la pista. La necesidad le ha llevado a ganar agresividad para acortar los puntos. Y_vaya si los acortó ayer; repartiendo los ganados con el servicio propio (30) como con el ajeno (29).

Otro paso al frente. Veinticuatro títulos ya de Rafa Nadal en los Masters 1.000, tres por delante de un Federer que difícilmente podrá olvidar el varapalo de ayer, aunque no fuera el más duro de los recibidos ante el balear. Ahí está, por ejemplo, el 6-1, 6-3 y 6-0 de la final de 2008 en Roland Garros.

París bien vale ahora un descanso. Una semana para coger fuerzas en las rodillas y recargar pilas tras dos meses en los que ha disputado veinte partidos entre Montecarlo, Barcelona, Madrid y Roma, uno cada tres días. Reforzar las rodillas y refrescar la cabeza antes de afrontar un_Roland Garros que es siempre su gran cita del año. Allí buscará un octavo título que le ponga un peldaño encima de los siete de Sampras y Federer en Wimbledon. Un octavo título que le convierta en leyenda viva del Grand Slam.