Quien haya pasado los tres últimos años desconectado del mundo e ignore lo que ha ocurrido en el Real Madrid tiene ahora la posibilidad de ponerse al corriente de una forma sencilla: visualizando la final de Copa. La derrota ante el Atlético resume perfectamente en lo que se ha convertido el Madrid desde que Mourinho es su mánager general: un club desgobernado, antipático y paranoico. Los enemigos imaginarios se han multiplicado de una forma mucho más asidua que las medallas en la vitrina.

El Madrid ha sido víctima en las últimas semanas de un contagio absoluto respecto al carácter de su entrenador, en permanente estado de agitación. De este carácter surge la suplencia de Casillas o el castigo a Pepe que obligó a Varane a jugar en Barcelona, donde se lesionó. De su personalidad nace un conjunto para el que la final de Copa fue un examen de recuperación en el que salvar la temporada. Nunca un premio, como en el bando rival. De la necesidad surge otro borrón para la imagen del club y la sensación de que a Florentino se le ha acabado el crédito.

El Real Madrid anunciará esta misma semana que Mourinho no seguirá al frente del club. Lo hará acuciado por la devaluación de su marca. Será entonces el turno de Florentino Pérez. Escondido en su despacho, bajo el pararrayos de Mourinho, el presidente ha evitado la exposición pública. Hasta ahora.

Mourinho fue contratado por Florentino como solución de urgencia con la voluntad de reinventar el club. Con el dominio del Barça creciendo y la experiencia de su anterior etapa de los galácticos, el presidente decidió echarse a los brazos de un entrenador que aglutinara todo el poder. En ese "fin justifica los medios" no pensó, sin embargo, que el fin sería tan pobre: una Liga y una Copa del Rey después de tres temporadas.

"Mi temporada ha sido un fracaso, pero no las anteriores", se escudó Mourinho tras caer ante el Atleti, haciendo uso de datos que recolecta a su antojo: los años que llevaba el Madrid sin una Copa o el hecho de haberle discutido el reinado al poderoso Barça. Argumentos válidos en un club menor; nunca en el Madrid. "Lo bonito no es jugar ni entrenar en el Madrid, lo bonito es ganar en el Madrid", dijo Mourinho en su presentación como declaración de intenciones.

Los incidentes, las expulsiones del entrenador y de su máxima figura, el forzado papel de Karanka sobrepasado por el carisma de Casillas en la prórroga, el batacazo final? La sucesión de actos llevan la firma inequívoca de Mourinho, un entrenador que tendrá más relevancia en la hemeroteca que en la sala de trofeos del Madrid. Ahora, a Florentino Pérez le toca afrontar la realidad a pecho descubierto.