Algunos discutieron la concesión a Marc Gasol del premio a mejor defensa del año. Pocos cuestionarán ahora que el español se ha convertido en uno de los protagonistas de los play offs. Eje y alma de los Grizzlies, Gasol los conduce al 3-1 sobre Oklahoma City Thunder. El principal opositor a Miami Heat se tambalea. Paga la lesión de Westbrook. Pero también sus carencias en el juego interior, que la escuadra de Memphis, por contra, exhibe.

"Los bases ganan partidos; los pívots, campeonatos". Viejo credo baloncestístico. Las franquicias siguen buscando jugadores grandes. Lo que explica que una mediocridad como Hasheem Thabeet fuese elegido en el segundo lugar del draft de 2009 por delante de talentos como Hardem, Rubio o Curry (Griffin fue el número uno). O que el disipado Milicic, en la lujosa camada de 2003, se inmiscuyese también como número dos entre LeBron James y los Carmelo Anthony, Dwayne Wade o Chris Bosh. Son réplicas menores del pecado mortal por excelencia, aquel de 1984, cuando los Blazers, privados de Olajuwon por los Rockets, prefirieron apostar por Sam Bowie en vez de por Michael Jordan. Los cuerpos inmensos nublan muchas veces el entendimiento de los general manager.

Lo cierto es que la NBA, aunque anhela los siete pies de altura (2,13 metros), empieza a asumir la escasez de pívots dominantes en la nueva cosecha. Incluso se cuestiona su necesidad. Miami Heat es capaz de imperar sin una referencia interior anotadora, con Bosh alejado a cinco metros y Haslem y Andersen limitados a las labores de intendencia. Puestos a discutir la función de uno, contar con dos torres ya alcanza lo absurdo para técnicos como Mike D'Antoni, incapaz de sacarle el jugo a Pau Gasol y Howard.

Pero aún quedan entrenadores con memoria, capaces de recordar a las dos torres de Houston (Sampson y Olajuwon) y más cerca en el tiempo, la rentable sociedad que formaron Robinson y Duncan. Lionel Hollins, responsable de los Grizzlies, ha sabido gestionar la riqueza que se le ofrecía. Sobre Marc Gasol y Zach Randolph construye su rebeldía ante el orden establecido.

Los dos, tan diferentes en biografía, mezclan bien. Randolph ha aprendido a contener su espíritu pendenciero, desatado cuando formaba parte de los Portland "Jail" (carcelarios) Blazers. Es un finalizador excelso a corta y media distancia. Marc manda desde la bombilla. Amplía el rango de tiro. Alimenta a su compañero. Ambos componen de largo el mejor juego interior de la liga. En la última victoria sobre los Thunder (103-97 en la prórroga), cada uno aportó 23 puntos; Randolph añadió 12 rebotes y Marc, 11.

Gasol ha conseguido el respeto de su socio, cosa difícil. Randolph se explica: "Marc ha crecido día a día como persona. Es un gran tipo y constantemente está mejorando. Me siento orgulloso de él". Y aprecia la intensidad del catalán, lo que atribuye a los tiempos en que iba al instituto en Memphis, mientras Pau militaba en la franquicia. "Marc es duro, en high school jugó con todos los tipos del gueto, del sur y norte de Memphis".

En Memphis, ya hay que concretar el nombre de pila si se habla de Gasol. Aquel "robo del siglo", cuando Pau fue traspasado a los Lakers a cambio de aparente calderilla, no lo parece tanto. En el trato se incluían los derechos de Marc. Un líder de estilo más apreciado para el gusto americano que el de su hermano, y que a día de hoy cobra 13,8 millones de dólares. Poco si se comparan con los 7,8 que los Thunder malgastan en Perkins.

¿Suficiente para matar la serie contra Durant, batir a los Spurs y plantar cara a los Heat? Improbable, pero interesante cuestión. Los grandes gigantes de la historia, reinvidicados para la modernidad, esperan la respuesta.