En la hora decisiva, sin margen ya de error, el Celta disparó al aire en el Benito Villamarín la última bala que le quedaba para permanecer en Primera División. Tras su derrota ayer frente al Betis, el inane equipo de Abel Resino pasa a la oficialmente a la condición de muerto en vida. Su defunción no es aún una realidad matemática -habrá que esperar aún un par de semanas para el entierro- pero el desenlace será fatal e ineludible. Anclado en 31 puntos, a tres de la salvación, y con una derrota más que sus rivales, el equipo vigués está virtualmente descendido. Sus opciones de salvación exceden casi el campo de la probabilidad. Ya solo cabe esperar un milagro. Y la experiencia establece que los milagros no existen.

un efímero regreso

El anhelado regreso del Celta a la élite futbolística ha sido demasiado efímero, tan fugaz que no ha dado tiempo a saborearlo. Y eso que el equipo, pese a su inexperiencia, tuvo un arranque prometedor. Hasta que su eliminación en la Copa del Rey en el Santiago Bernabéu desnudó sus carencias en la Liga, pocos sospecharon de sus verdaderos problemas. Se intuían algunos de los errores de planificación deportiva, significativamente la fracasada política de fichajes cuya guinda ha sido Park, pero no se pensaba que a Paco Herrera la situación se le acabaría yendo de las manos, y que Abel iba a empeorar las cosas. La configuración de la plantilla fue equivocada en verano, se reincidió en el error en el mercado de invierno y ninguno de los dos entrenadores han sabido lidiar con la pobreza de carácter de la mayor parte del grupo.

tiempo de reflexión

Es tiempo de reflexión. Es hora de replantearse el futuro y estas tres semanas de agonía deben servir al club para analizar los errores cometidos, replantearse algunas cosas y armar sobre la base actual un equipo para ascender en un año. La situación financiera del club es estable, la semilla deportiva está plantada con un armazón sólido sobre el que crecer y el club cuenta con el respaldo incondicional de una afición revitalizada. Con tales engranajes, la maquinaria del éxito debería funcionar con precisión, si no se falla en la elección de los hombres que tienen que liderar el proyecto.

torrecilla y abel

Por eso, Mouriño debe decidir cuanto antes si considera a Abel Resino el capitán adecuado para llevar la nave a buen puerto -ni los números ni el estilo sugieren tal cosa- y si pasa factura a un director deportivo que se ha movido con acierto en Segunda y ha fracasado monumentalmente en Primera. El contrato de Miguel Torrecilla expira el día 30 del mes próximo, con lo que la decisión no puede demorarse ya demasiado; Abel, en cambio, cuenta con una temporada más de contrato pero su idea de fútbol no convence y su crédito se ha agotado en doce partidos con números ligeramente peores que los firmados por Paco Herrera en los veinticuatro anteriores. Son, en cualquier caso, dos decisiones de calado que el club debe analizar en profundidad sin demora. El nuevo director deportivo y el técnico son la piedra angular del nuevo proyecto -que debería reformularse sobre la base del actual equipo con fichajes contados y de calidad- y el club no puede permitirse fallar en su elección.

un pollo descabezado

La imagen ofrecida por el Celta en el Benito Villamarín se ajusta la metáfora del pollo descabezado a la que John Benjamin Toshack recurrió en cierta ocasión para describir un desastroso partido de su equipo. El equipo vigués fue en buena medida un pollo sin cabeza corriendo sin rumbo fijo. Como ave decapitada corrió el Celta por inercia, sin ideas, sangre ni ambición. El Betis, al que le iba mucho menos en el envite, salió al campo mucho más enchufado, mostró mayor ambición y desplegó mejor fútbol. Viendo la salida torrencial del grupo de Mel con dos goles correctamente anulados, pero en el límite, solo era cuestión de tiempo que el equipo sevillano se adelantase en el marcador. Tardó 68 minutos y lo hizo cuando el Celta parecía haberse metido tímidamente en el partido. Luego llegó el gol legal anulado a Túñez. De haber subido al marcador, habría sido el primero de la temporada en Liga -el de Cabral en Mestalla debe considerarse un churro- en una acción de estrategia.

miopía arbitral

Sería ingenuo y hasta cierto punto irresponsable, achacar a los árbitros el eventual descenso del Celta. El equipo vigués volverá al desierto el próximo año por una mala planificación deportiva, por su falta de carácter y dificultades para competir en primera línea, por el cambio a última hora de idea de juego y la deficiente dirección del banquillo. Todos esos problemas no deben enmascarar sin embargo los infamantes arbitrajes sufridos por el equipo vigués este último mes, cuando más estaba en juego, con los dos penaltis claros a favor no señalados en Mallorca, el inventado con que se castigó a Jony el Ciutat de Valencia o el gol legal anulado ayer a Túñez por fuera de juego.