El vestuario del Madrid ha saltado por los aires. Se sabía que existan serias discrepancias con el entrenador. Estaba constatado que hubo un tiempo en que la plantilla estaba dividida: unos por Mourinho y otros por el núcleo duro del equipo capitaneado por Casillas y Sergio Ramos. Lo que no cabía esperar era que Cristiano Ronaldo se alejara públicamente del entrenador y, menos aún, que Pepe saliera en defensa de Casillas. Lo que era polvorín acabó en explosión. Florentino Pérez ya no puede echar marcha atrás: se va Mourinho o lo tiene que echar. Por medio estarán las negociaciones para pactar dineros.

La plantilla acabó por conformar mayoría en contra aunque fuera silenciosa. Los alemanes fueron los primeros en acercarse a los españoles. Los portugueses estuvieron al margen y, como mucho, se abstuvieron. La situación ha sido tan tensa que antes de la eliminación de Liga de Campeones ya se pitaba el nombre del entrenador cuando por los altavoces del Bernabeu. El sábado el público ya no soportó más a un tipo que ha tenido la osadía de menospreciar de palabra y obra a Casillas, ídolo en el Bernabeu y jugador respetado en todo el ámbito futbolístico nacional e incluso internacional. Una cosa es argumentar técnicamente que no es el mejor y otra decir que hace tres años ya quiso fichar a Diego López para sentarlo en el banquillo.

Ante el dilema del futuro de Mourinho, Cristiano no se arredró y dijo, clara y llanamente, que su porvenir no está ligado al suyo. Vino a decir que le importa una higa lo que haga José Mario Dos Santos Félix. Prometió su mañana al club y se desentendió de su relación con su preparador.

Mourinho, que está como aquel que dijo "que para lo que me queda de estar en el convento me cago dentro", hizo declaraciones insidiosas, infamantes y perversas en las que volvió a ningunear a Casillas sin venir a cuento. Tal salida de pata de banco ya no la ha tolerado ni Pepe, que supuestamente era de su grupo de fieles. Pepe salió a defender a Casillas y ello fue la consumación del deterioro existente entre los futbolistas y la dirección técnica.

A Mourinho solamente le aplauden los Ultra Sur, herederos de quienes consiguieron con sus fechorías que el club fuera el más castigado de Europa. Recuérdese que el cierre del estadio le llevó a jugar partidos europeos en Mestalla, favores poco agradecidos. Mourinho ha sabido atraerse a quienes son como él. Los ultrasureños le pegaron un día al árbitro austriaco Linemayer, otro día lanzaron dardos contra un portero alemán y firmaron su obra de arte derrumbando la portería de su zona en encuentro europeo. Esos son los fieles a Mourinho.

También cuenta el entrenador con Karanka, individuo que me recuerda a uno de los muñecos del circo Gran Fele o si se prefiere los de Mari Carmen o José Luis Moreno. Mourinho hace de ventrílocuo y Karanka mueve los labios. El ex futbolista vasco ha conseguido aportar al lenguaje futbolístico un nuevo vocablo: ya se pregunta qué es un Karanka.