Marc Gasol se impuso a Serge Ibaka en la evidencia estadística del duelo español. El catalán sumó 20 puntos y 10 rebotes; el congoleño, 5 y 5 con una horrible serie de tiro de 1/10. Ibaka, sin embargo, aportó su letra pequeña en varias acciones decisivas: en lo que hizo, con un tapón a Randolph, y en lo que evita que hagan, forzando el fallo de Marc en una bandeja fácil gracias a su poder de intimidación. Pizcas sustanciosas, aunque ocultas por el ruido estruendoso de Kevin Durant.

Durant, jugador universal encerrado en 2,06 metros, evolución del género humano, impidió que los Grizzlies le robasen a los Thunder el factor cancha en el primer partido. El astro empezó horrible y remató de forma majestuosa; con 35 puntos, una cifra casi rutinaria en él, pero anotando gran parte de ellos en la racha final que volteó el choque.

Lesionado Westbrook, que se remueve en la grada, con su menisco recién operado, los Thunder se alimentan casi en exclusiva de Durant. Kevin Martin ha incrementado su aportación ofensiva, pero no puede suplir totalmente al base, alocado pero necesario. La sufrida victoria provoca el júbilo inmediato del Chesapeake Arena. La lectura a medio plazo debiera preocupar a los aficionados. A este equipo mermado apenas le alcanza para ser superior a los Grizzlies; difícil concebirlos venciendo a los Spurs y mucho menos a los Heat. Durant, si alcanza las finales, se enfrentará casi desnudo a Lebron James y sus muchachos.

Claro que la amargura le corresponde en estas horas a los Grizzlies. Un gran equipo, de mecanismos fiables, con un juego que solo los Spurs igualan en coherencia. La escuadra de Memphis, tras deshacerse de Gay y Mayo, ha perdido en genialidad intempestiva. Gana en solidez y cordura. Cada pieza cumple su función. Randolph y Gasol componen el mejor juego interior de la liga. Allen imprime energía; Conley dirige con rectitud; a Bayless le corresponde el desequilibrio en el perímetro.

Durante buena parte del encuentro pareció que el peso colectivo de Memphis se impondría. Tuvieron ventajas superiores a los diez puntos en el último cuarto tras cerrar el tercero con un triple inverosímil de Pondexter. Surgió entonces Durant. La resistencia del talento individual.

Y eso que el alero calculó mal los tiempos en su última canasta. Con 89-90 tomó el balón en transición y se paró a cinco metros, en una acción que maneja como nadie. Anotó el 91-90. Todavía faltaban once segundos. Podría haber apurado la jugada. Pero los Grizzlies no supieron penalizarle la precipitación. En el saque de banda, tras tiempo muerto, encadenaron varias decisiones erróneas, incluido un pase de Gasol a Conley. Este, presionado por Sefolosha, pidió tiempo muerto tras haber apoyado el codo en la línea.

Aún tuvieron una segunda opción de resucitar. Jackson había anotado dos tiros libres (93-90). Sintiéndose héroe, casi ejerce de villano. Cometió falta sobre el triple de Pondexter. Pero éste, de escaso 60 por ciento de acierto desde la línea de personales, falló el primero sin querer y nadie pudo capturar el rebote del tercero, fallado a posta.