Muchó echó de menos el Celta a Iago Aspas durante su larga ausencia por sanción. Sin el moañés, los vigueses perdían a su estrella y al jugador más peligroso de su ataque. Pese a no tener el mejor de sus días, el ariete siempre deja detalles y supone un problema a los defensas rivales, que suelen acudir a las faltas para detenerlo. Pecó de precipitación en algún disparo en la primera mitad pero sacó el genio que lleva dentro para fabricarse la jugada que terminaría con el empate del Celta, una acción en la que solo necesita tres toques para soltar un latigazo al palo largo imposible para Iraizoz.