El Real Madrid sucumbió por tercer año consecutivo a orillas de la final de la Liga de Campeones, ensanchó la sequía continental que lastra el club en los tiempos recientes y dejó entrever el final de una era, la del portugués Jose Mourinho en el banquillo blanco. Mientras, la severa derrota recibida anoche por el Barcelona contra el Bayern de Múnich en el Camp Nou (0-3), que supuso la eliminación de la Liga de Campeones, ha sido la confirmación de que esta temporada el Barça en los partidos grandes no ha estado a la altura.

A falta de que la final de la Copa del Rey haga balance de un año abrupto, plagado de sinsabores y, pase lo que pase, por debajo de las expectativas generadas en la apertura, el ciclo de Mourinho echará el cierre con menor brillo del prometido.

El técnico del Real Madrid empezó a dejar claras sus intenciones de futuro tras el triunfo de su equipo en Old Trafford, cuando selló el pase para los cuartos de final de la Liga de Campeones, después de una eliminatoria agónica ante el Manchester United.

Mourinho, lejos de ensalzar el mérito de sus jugadores, que lo hubo, y de cerrar filas con sus futbolistas, realzó el infortunio y la injusticia a la que fue sometido su rival en lo que se entendió como una propaganda personal para un devenir en el fútbol de las islas.

No va el falso recato con el carácter del entrenador luso, encargado de proclamar en cuanto la ocasión lo requiere, los brillos cuantiosos de su palmarés. Uno de los pocos que, entre otras cosas, presume de tener dos Ligas de Campeones con dos equipos distintos.

Sin embargo, en su trienio madridista, Mourinho ha logrado una Liga, una Supercopa y una Copa del Rey. Dos, si gana al Atlético Madrid el próximo 17 de mayo. Un bagaje nada espectacular de un preparador que, con las semifinales europeas, alardea de haber devuelto al Real Madrid a la elite continental, de haber recuperado la condición de cabeza de serie y de haber conseguido un buen balance económico. Insuficiente equipaje para una entidad que se maneja a base de títulos.

Apagados los focos, sobre la hierba quedaron tendidas sombras en cuestión. El talante heroico no puede disimular el déficit futbolístico del equipo, lastrado cuando hace suya la pelota. Cuando carece de espacios. Fue evidente ante el Dortmund, que mostró más fútbol que el conjunto madridista, carente de recursos y de solución cuando debe cambiar de guión y dar otro aire a un encuentro a pesar del indudable potencial de una plantilla llena de posibilidades.

El Barcelona

Por su parte, a pesar de haber sorteado las últimas rondas de la Liga de Campeones con éxito para alcanzar las semifinales, la trayectoria del Barcelona dista mucho del recorrido que trazó en las anteriores temporadas, en las que era incontestable hasta alcanzar el título (en dos ocasiones) o hasta la fase en la que quedaba eliminado.

Este año, en cambio, a excepción de algunos coletazos, como la remontada contra el Milan en el Camp Nou (4-0) o el partido de ida de la Supercopa contra el Madrid en Barcelona (3-2), en el resto de choques grandes, hasta doce, el equipo de Tito Vilanova se ha empequeñecido.

En el primer examen, que puso al nuevo Barça de Vilanova en la escena, el conjunto catalán salvó la ida de la Supercopa de España contra el Madrid (3-2). En la vuelta, el 2-1 le valió a los madridista por el doble valor de los goles fuera para llevarse el título.

En los siguientes pulsos de altura, se constató que la batalla entre Barça y Madrid de los últimos años ha empezado a cambiar de signo, especialmente desde el 5-0 en el Camp Nou de hace tres temporadas. En la Liga, el Barça no pudo con los madridistas en el Camp Nou (2-2) y en la semifinal de la Copa, la ida acabó con un 1-1 en el Bernabéu y con 1-3 incontestable en el Camp Nou.

El sexto y último clásico de la temporada, el Madrid volvió a ganar en la Liga en el Bernabéu (2-1), confirmándose hasta entonces que en los partidos grandes el Barcelona estaba mostrando una fatiga extraordinaria.

Al margen de estos seis encuentros, en los seis partidos de talla en Europa (octavos, cuartos y semifinales de la Liga de Campeones), el equipo de Vilanova tampoco ha mejorado mucho.

Contra el PSG, un postrero gol de Pedro Rodríguez en el Camp Nou dio el pase a su equipo para cuartos, después de un agónico 2-2 en París y el 1-1 en la vuelta.

Los cuartos contra el Milan confirmaron que el Barcelona, firme en la Liga, se le estaba empezando a atragantar Europa. A pesar de dominar en Milan, dos fogonazos del equipo italiano (2-0) comprometieron la existencia azulgrana en la 'Champions'.

En el último acto, anoche en el Camp Nou, el Barça se presentaba ante su duodécimo partido grande de la temporada con una tarea difícil, que ya se complicó antes del encuentro cuando Messi se cayó de la titularidad por arrastrar problemas físicos.

Y en la contienda, el Barcelona confirmó que por falta de intensidad, de fuerza, de estado físico o por carencia de mordiente de sus jugadores, su tránsito por Europa no iba a tener más recorrido que la vuelta contra un Bayern que reclamó por avanzado con un 0-3el traspaso de poderes en Europa.