El Celta vuelve a sentir el sabor de una victoria dos meses después. Desde el debut de Abel Resino en el banquillo ante el Granada, los vigueses habían coleccionado tropiezos que complicaban su continuidad en Primera División. Dos triunfos, ante andaluces y ayer ante Zaragoza, marcados por goles salvadores de Mario Bermejo en los últimos minutos, ambos con marca de autor, con suspense y convertidos de una manera heterodoxa.

Aunque no pasarán a la historia del fútbol español, ambos goles del cántabro sí serán recordados por todo el celtismo en caso de que finalmente se pueda lograr el objetivo de la salvación a final de temporada. Tantos salvadores y claves por el momento en los que se produjeron. Ante el Granada, impedía que los andaluces se escapasen en la tabla y ayer lograba una diana definitiva para no quedarse definitivamente descolgados.

Bermejo se ha ganado el corazón de los aficionados por su entrega y derroche. A pesar de no gozar de la frescura y la velocidad de antaño, el ariete se deja la piel en el campo y personifica el espíritu de lucha que el celtismo lleva demostrando toda la temporada. Aunque ante el Zaragoza, no le estaban saliendo las cosas del todo bien, agradeció la confianza de Abel Resino manteniéndolo en el terreno de juego con continuas peleas aéreas y cayendo a las bandas para abrir huecos, manteniendo la fe en que acabaría llegando el premio.

Y de nuevo, como hace dos meses, apareció para rescatar a su equipo de la depresión que provocaba el empate. Diez minutos más tarde que ante el Granada, el cántabro tuvo el olfato de esperar el fallo de la defensa zaragozana y buscar el disparo a bocajarro, que se envenenó con la llegada por detrás del defensa del Zaragoza, que provocó que el esférico entrara con suspense en la portería de Roberto llevando el delirio a las gradas del estadio de Balaídos, que cree con más fuerza en el milagro.

Un sueño, el de la permanencia en la máxima categoría que sigue latente por estas dos victorias sobre la bocina con goles de Bermejo, el salvador de los goles raros que, al fin y al cabo, valen lo mismo que cualquier otro. Más si cabe por la situación extrema que atraviesa el Celta, que sigue vivo a trompicones.