Necesitaba el Celta recuperar la autoestima que le había robado el derbi. Lo logró en una de las citas menos esperadas de la temporada: en la visita del Barcelona a Balaídos. Ayer, los de Abel Resino pusieron la ilusión y el sacrificio que les faltó en Riazor y sumaron un punto para la esperanza ante las nueve finales que le restan para evitar el descenso. Ausente su goleador Iago Aspas, por la expulsión en el derbi, los célticos tiraron de carácter para anotar dos goles ante un líder con muchos suplentes, gracias al entusiasmo que pusieron en ataque dos de sus mediocentros: Insa y Oubiña.

mayor consistencia

Esta vez, Abel Resino estuvo más acertado con la alineación, a pesar de las numerosas ausencias por lesiones y sanciones. El toledano reforzó el centro del campo con Natxo Insa, ausente del equipo desde la derrota en Getafe, junto a Oubiña y a Pranjic. Con este trivote y la defensa adelantada, al Barcelona le costó encontrar líneas de pase y Messi tardó media hora en pisar el área céltica.

Achique de espacios

A diferencia del derbi en Riazor, los célticos salieron enchufados ante el líder e impedían que el rival les ganase por velocidad. Acertaban en el achique de espacios y dejaban casi siempre en fuera de juego a los atacantes rivales. Se aprovechaban, además de la ausencia de pasadores como Xavi e Iniesta. Thiago, Cesc y Song apenas encontraban a sus delanteros. El único que lo intentaba era Tello, por la izquierda, que ponía en serios aprietos a Jonny.

Pivotes más ofensivos

La línea de medios del Celta se permitía el lujo de salir al ataque y Pinto evitó con una gran intervención un gol de Oubiña. El capitán, más ofensivo que nunca, realizaba un remate peligroso de cabeza. Él, que solo había marcado tres goles con el Celta, parecía dispuesto a romper esa mala racha, que ya duraba seis años. El último gol de Oubiña fue en febrero de 2007, ante el Nástic, en la temporada que el Celta también descendió a Segunda y que propició su marcha al Birmingham.

Premio para insa

Sin el sancionado Aspas y Bermejo, en el banquillo, con Park muy alejado del área de Pinto, Orellana sin apenas chispa y Augusto muy escorado a la banda, el Celta encontró ayer las soluciones en el centro del campo. Natxo Insa, tras recuperarse de una lesión, volvía al once titular para anotar su primer gol en Primera con el Celta. El alicantino había marcado el año pasado en Tarragona el gol del triunfo del Celta que suponía su ascenso a Primera. De ahí su emoción tras recoger un rechace en el área del Barça y enviar el balón pegado al palo izquierdo de la portería de Pinto.

Messi buscaba un récord

Era el minuto 37 de juego, el Celta se ponía por delante y Messi no parecía muy seguro de poder cerrar el círculo de marcarle a todos los equipos de la Liga. El Celta se le resistía desde aquel 3 de noviembre de 2012, horas después de convertirse en padre primerizo. Varas solo había tenido que desviar un lanzamiento de falta del astro argentino. El barcelonista acariciaba un nuevo récord, pero apenas participaba del juego por "la jaula" que montó el Celta en el centro del campo, con ayuda de los centrales. En un despiste céltico, Messi encontró a Tello, que entraba como un puñal por la izquierda y con un lanzamiento de rosca establecía la igualada a dos minutos del descanso.

Roura recurre al banquillo

Con el partido sin apenas tensión en las áreas y con el Celta cómodo defendiendo el empate, Roura sacó artillería del banquillo para buscar la victoria. Entraron tres titulares: Iniesta, Villa y Busquets. Con el manchego y el asturiano, a los de Abel comenzaron a fallarle las fuerzas para contener al rival, que aprovechó al veloz Tello para que centrase raso ante la llegada al área de Messi. Por fin, el argentino le marcaba al Celta, que se resistía a dejar pasar la ocasión de sacar algo positivo ante un rival sin tensión competitiva y falto de muchas de sus figuras.

El debut de madinda

Con Insa sin fuerzas, Abel apostó por el joven Madinda. El gabonés debutaba en Primera con 20 años. De un robo de balón suyo nació la jugada que culminó Oubiña con un cabezazo en el segundo palo. Faltaban dos minutos para el final y el Celta había logrado lo impensable: un punto para la esperanza.