Brian May escribió "Too much love will kill you" durante su divorcio. Retrataba su desgarro entre dos mujeres. A Freddie Mercury se le oyó interpretarla en "Made in heaven", cuatro años después de su fallecimiento, ya como un eco de su garganta prodigiosa; muerto por amor en cierto modo, por ese virus avieso que parasita el sexo al desnudo. Demasiado amor te matará, es cierto, y es así que en Balaídos muchos mueren un poco por amor.

El Celta se juega la permanencia; el Barcelona, avanzar hacia el título de Liga que se le presupone. Hay mucho en la contienda. Pero el ambiente dista de la tensión correspondiente. La megafonía recita la alineación visitante. Aplausos al principio y al final, a Pinto y a Abidal. El portero gaditano lleva varios horas de nostálgico reencuentro con sus lugares. "Vigo! Como olvidar estas vistas!", escribe en Twitter y cuelga una fotografía de la Ría desde la habitación del hotel. Y añadirá tras el choque: "Sabor amargo por el empate en la recta final del partido. Muy orgulloso por el recibimiento de la afición celeste. Gracias de corazón!". Aunque el remate de Oubiña era imparable, tal vez el cariño abortó el vuelo de Pinto.

El lustro en Segunda División ha apartado a los espectadores vigueses de la visión directa de este Barça, capítulo especial en la historia del fútbol. Hay un afán lúdico en la contemplación de Messi. También le faltaba a Balaídos el homenaje al héroe de Johannesburgo. Iniesta saltó a la cancha entre aplausos, matizados con silbidos en sus coletazos por quien entiende que tanta condescendencia con el rival debilita. También habrá alguna referencia en el hilo sonoro ambiental hacia los quintacolumnisas azulgranas infiltrados, que son muchos.

Iniesta había sustituido a Thiago. Otro ovacionado por esqueje de Mazinho y renacuajo de A Madroa, cuando aficionados y periodistas abandonaban el entrenamiento del primer equipo para encandilarse con sus malabarismos en el campo de al lado. Thiago vuelve frecuentemente a Vigo, donde residen madre y hermana. Estuvo gris en el encuentro. Le pesó el paraíso de su infancia.

Por amor dice Bermejo que abroncó gruesamente a Hugo Mallo y Iago Aspas. Por amor mal entendido dice Hugo que cometió tantos errores aquel infausto día. Nuevamente amor que mata. El celtismo es capaz de amar a ambos a la vez. En el minuto dos de cada tiempo entona el nombre del lateral. Al ariete lo corea cuando sale a calentar y después se dirige a la zona de cambios.

Y es también amoroso Mateu Lahoz, ese árbitro especial, en constante peligro de ser devorado por su personaje. Menos Mateu que otras veces, suave en el tarjeteo y amigo del cuchicheo con los futbolistas. Mateu cree más en el amor que en la autoridad agreste de sus colegas de silbato.

El encuentro concluye con empate, que las bancadas celebran como victoria porque refuerza su esperanza. Los hay prosaicos que sostienen que hoy de amor ya no se muere, como cantaba Gianni Bella. Contra esa frialdad se lucha en el estadio. A diferencia de lo sucedido en los dos últimos descensos, la hinchada está acompañando al equipo en su tortuoso camino, sobrepasándose incluso en el paternalismo. Dispuestos a caer a Segunda y ser ceniza, mas tener sentido; dispuestos a ser polvo, mas polvo enamorado. Y si demasiado amor te mata al cabo, no será mala muerte.