Había logrado Fernando Alonso asirse en la salida al rebufo de Vettel para hacerse con la segunda plaza en perjuicio de Massa, mientras Webber cogía también la aspiración del asturiano para colocarse tercero. El mayor agarre de la parte buena de una pista sobre la que aún caían cuatro gotas había sido fundamental. Salvó entonces Alonso la trampa siempre peligrosa de la primera curva, pero quedó emparedado con su Ferrari entre los Red Bull al afrontar la segunda. Imposible tan cercanos y sobre agua afinar la frenada. Lamía entonces la parte izquierda de su alerón delantero la rueda trasera derecha del alemán. Un roce mínimo que las más de las veces no tiene consecuencias; que algunas rasga el neumático del que va delante y otras crea problemas al que va detrás. Ayer fulminó las ilusiones de Alonso, que optó por seguir en pista en lugar de entrar a cambiar el morro, lo que en cualquier caso hubiera arruinado sus opciones. Aguantó una vuelta, en la que arrancando chispas del asfalto logró incluso discutir la segunda plaza a Webber, pero en la segunda el alerón se le soltaba. El F138 hacía un recto en plena curva y Alonso acababa en la gravilla.

En apenas un par de minutos la ilusión se convirtió en desesperanza para Alonso, que terminaba de ver desde el garaje una carrera con tintes de tragedia fratricida. Una carrera en la que el achuchón inicial de Massa sobre el asturiano en la salida no fue más que una mínima anécdota comparada con la batalla final entre Vettel y Webber. Batalla que deja heridas en Red Bull que tardarán en cicatrizar, como las dejaba en Mercedes la orden a Rosberg de no impedir el primer podio de Hamilton con las flechas de plata.

Al mal resultado puso pronto Alonso buena cara y deportividad. "Mala suerte hoy, que como siempre se compensará a lo largo de la temporada. Así que listos para recuperar puntos en la próxima", escribía el asturiano en su cuenta de Twitter.

Vettel, Webber y Hamilton -que protagonizó el único momento distendido cuando se equivocó de garaje en el primer cambio de neumáticos y se paró en su antiguo hogar de McLaren- fueron intercambiando posiciones. El australiano fue quien mejor aprovechamiento hizo del estado cambiante de la pista al ser el primero en atreverse con el compuesto duro de los Pirelli. Tomó la cabeza en la décima vuelta y la mantuvo en los posteriores pasos por los garajes, si bien a la salida del último cambio (vuelta 44) ya se las veía con Vettel luchando por la posición. La mantuvo Webber y desde Red Bull dejaban las cosas claras: como estamos, acabamos.

O no lo entendió Vettel, o pasó de ello. Webber bajó el ritmo como le requerían desde el garaje pues los Mercedes estaban a un mundo, y el alemán, extremadamente nervioso, lo aprovechó para iniciar una lucha tan absurda como peligrosa. Llegó incluso a tildar por radio de "estúpida" la conducción del australiano, hasta que en la vuelta 46 logró ponerse en cabeza entre los gestos de contenido enfado de Adrian Newey en su puesto de mando.

La batalla se repetía por detrás entre los Mercedes por completar el podio, pero aquí Rosberg sí aceptaba la orden de respetar a un Hamilton que era tremendamente inferior. Mercedes se lo pagará en su día como Red Bull se cobrará el desplante público al que le sometió Vettel, nuevo líder del campeonato.