Las sensaciones condenan al Celta. El cuadro vigués salió muy tocado de Riazor tras un partido desastroso en todos los aspectos. Uno de los más preocupantes es sin duda la fragilidad defensiva que exhibió el equipo, que ya suma dieciséis partidos consecutivos encajando algún tanto en Liga. La hemorragia no ha cesado desde la llegada de Abel Resino, que ha modificado la forma de jugar del equipo, sino que ha ido a peor.

El técnico toledano ha apostado por una línea defensiva más adelantada y una presión arriba a pesar de que el perfil de los jugadores quizá no sea el más adecuado para ello, con unos centrales no especialmente rápidos y un medio del campo poco agresivo que deja maniobrar demasiado a los rivales, que hacen daño con muy poco.

El resultado, tal y como los números indican, no está siendo el esperado. En las cuatro jornadas con Resino al frente, el Celta ha encajado diez goles (una media de 2'5 por encuentro) y ya es el décimocuarto equipo más goleado de Primera División con 41 tantos. En las veinticuatro primeras jornadas del campeonato, con Paco Herrera en la banda, los vigueses habían recibido 31 goles (una media de 1'29 por encuentro), lo que les situaba como el sexto conjunto menos goleado.

Esta situación le está pasando factura al Celta a nivel clasificatorio y también en el goal-average general (-14 en este momento), que puede ser decisivo en caso de empate a puntos con Granada o Osasuna a final de temporada.

Una de las razones esgrimidas por Resino para jugar de esta manera es la de ser un equipo más incisivo en ataque, que genere más oportunidades de gol, algo que, salvo en el choque del viernes, ha conseguido. El Celta suma ya cinco jornadas seguidas perforando la portería rival, tantos que solo le han valido para sumar tres puntos desde su llegada. Y es que sin equilibrio no hay paraíso.