Pocas cosas se combaten peor que una mala prensa. Todos hemos oído que los garbanzos, alubias y lentejas, además de engordar, producen gases y, sin embargo, las legumbres no pueden faltar en cualquier dieta sana y equilibrada. Habría que empezar a razonar mejor, por tanto, eso de las legumbres.

Bueno, pues con la excepción de nuestras difamadas legúminas, no se me ocurre nada ni nadie que tengan peor prensa que Mourinho. A José Mário dos Santos Mourinho Félix, mánager y entrenador del Real Madrid, la prensa, en general, le ha declarado la guerra hasta el punto de que la animadversión hacia el personaje produce cierto estupor por el abismo que media entre lo que hace o significa y las iras que despierta en un país atribulado por miles de verdaderos problemas y poblado de personajes realmente indeseables. Sin embargo, Mourinho ha acabado por convertirse en una especie de diana de unos periodistas que él mismo contribuye a desquiciar todavía más con altanería, desprecio y desconcertantes cambios de ritmo, que tan pronto parecen llevarle a la guerra como a relativizar y estarse callado. Eso también irrita.

Del entrenador del Madrid irrita casi todo. Si dibuja una estrategia en la pizarra se le discute. Su trayectoria y prestigio alcanzan las cotas más altas, pero si alinea a un futbolista tendría que haber jugado otro en ese mismo puesto. Si es Zutano a quien pone, los periodistas -me refiero a algunos, no todos, claro- se preguntan qué es lo que pasa con Mengano. Si hay derrota, la culpa es suya y de sus encontronazos en el vestuario. Sin embargo, si la victoria se produce es debido a la llamada autogestión de los supuestos futbolistas rebeldes. A él se le discuten la jerarquía y la disciplina que nadie pone en tela de juicio en otros ámbitos profesionales. Hay quienes fabulan en sus crónicas atendiendo a filtraciones o fuentes que no son aludidas. Si habla porque habla, y si calla se preguntan por qué permanece en silencio. Sus comparecencias ante la prensa en los momentos difíciles han sido criticadas, pero cuando delega en el segundo entrenador, casi siempre que el partido ha ido bien, le echan en cara la ausencia. Algunos no dudarían en obsequiar a Mourinho con el famoso titular del arzobispo de Canterbury, que, inducido a una pregunta por toda respuesta, inconscientemente acabaría interesándose por las putas de Nueva York. Se recurre a él como ejemplo de manipulación.

En un artículo reciente de Alfredo Di Stéfano publicado por un diario deportivo, la gran vieja gloria del Madrid y presidente de honor del club blanco defendía a Mourinho ante los intentos reiterados de la prensa de imponerle las alineaciones y revolucionarle el vestuario. Que yo sepa ningún otro medio de los que están a la que salta sobre el entrenador madridista se hizo eco de esas palabras. Si de la Saeta Rubia hubieran salido críticas, en vez de elogios, ¿duda alguien de que la multidifusión habría sido instantánea?

Vale, Mourinho es un ególatra. "Si fuera de chocolate se lamería a sí mismo", dijo de él Tommy Docherty, precisamente el controvertido entrenador escocés al que se le atribuyen algunas de las frases más disparatadas sobre el fútbol de todos los tiempos. También es un engreído, los presuntuosos suelen caer mal. Y tan arrogante que él mismo lo admite sin ruborizarse: "En el fútbol hay que serlo". El legendario Brian Clough, que dirigió las épocas más gloriosas del Derby County y el Nottingham Forest, llegó a comentar de sí mismo: "No diría que era el mejor entrenador del mundo. Pero estaba en el número uno". Ni Mou ni Clough, dos ególatras con unas relaciones públicas mejorables, llegaron, no obstante, al extremo del citado Docherty, que al referirse a los periodistas selló el ataúd del oficio: "Siempre dije que había un lugar para la prensa, pero todavía no lo han cavado".

Mourinho ha dicho que no necesita estar enamorado de sus futbolistas y que sólo aspira a tener una correcta relación mánager-jugador con ellos. No es el primero ni será el último de los entrenadores que se apuntan a esa metodología. Pese a la tensión de algunos momentos, no le ha dado malos resultados.

Esta temporada puede que por querer exprimir demasiado al vestuario haya encontrado una resistencia en los jugadores y el Real Madrid lo está pagando con un dubitativo transitar por el campeonato liguero. Habrá que seguir pendientes del marcador, pero mientras tanto no se puede decir que la exigencia no haya dado sus frutos: una Copa, una Liga y una Supercopa, frente a un Barça deslumbrante, considerado uno de los mejores equipos de la historia y al que de los siete últimos enfrentamientos en 2012 y 2013 los blancos le han ganado tres, han empatado otros tres y perdido sólo uno. Además de un arrogante engreído, Mourinho es un tipo bastante brillante en lo suyo.

No cuesta entender que en el club catalán se le deteste. Nadie como él ha doblegado tantas veces al Barça en los últimos tiempos y no sólo con el Madrid. Pero sí resulta asombroso que entre algunos seguidores madridistas haya empeño en perderlo de vista sólo por egolatría y mala educación, algo que además está bastante de moda en el fútbol. El berrinche a causa de Mourinho resulta tan caprichoso e incongruente como excesivo. A no ser que el interés por desnudar al Madrid, un club grande y por tanto antipático, prevalezca sobre todo lo demás. En ese caso, si no es por el entrenador con mala prensa, en el futuro habrá otra excusa.