Le ha costado, pero a punto de cumplirse los tres años desde su llegada al Madrid José Mourinho ya puede presumir de haber cumplido en parte la misión por la que Florentino Pérez tiró la casa blanca por la ventana: atajar la enorme ventaja que había tomado el Barcelona en 2010. Desde la pasada temporada, los títulos entre los dos grandes están más repartidos y la balanza global de los enfrentamientos directos se ha equilibrado gracias a los dos triunfos consecutivos de la última semana. A la espera de ver cómo se refleja en el balance global de la temporada, el madridismo se queda con la sensación de haber domado a la bestia que había dado un vuelco a la relación de poder en el fútbol español. El balance global refleja casi un empate técnico:cinco victorias el Madrid, seis para el Barça y seis tablas.

Frescos todavía el 1-3 de la Copa en el Camp Nou y el 2-1 del sábado en el Bernabéu, aquel 5-0 con el que se inauguró la serie de clásicos con Mourinho llega como un eco lejano. El técnico portugués asimiló como pudo el varapalo de aquel lunes 29 de noviembre de 2010. "Es un resultado muy fácil de digerir", soltó en la rueda de prensa posterior, tras recordar que era la mayor derrota de su carrera deportiva. Y dejó claro su objetivo a largo plazo. "El Barcelona es un producto acabado y el Madrid, pese a jugar bien, no", destacó.

A partir de ahí, Mourinho se puso manos a una obra que ha sufrido altos y bajos hasta alcanzar esta temporada, en la que por primera vez el balance particular es favorable a su Madrid. Le dio muchas vueltas al planteamiento para frenar la máquina azulgrana, primero, y superarla después. Durante la primera temporada, el principal debate se resumió en la conveniencia de jugar con dos o tres centrocampistas defensivos. Hubo de todo hasta que Mourinho se convenció de los beneficios que suponía alinear a Özil.

El punto de inflexión llegó en la final de Copa, ganada por el Madrid con un gol de Cristiano Ronaldo en la prórroga. Pero el proyecto seguía falto de consistencia. A diferencia de lo que ha ocurrido ahora, el Barcelona reaccionó sólo una semana después del palo de Mestalla con un triunfo (0-2) que encarriló la clasificación para la final de la Liga de Campeones en Wembley. Pero el resultado del partido de vuelta (1-1) fue el primer síntoma de la entereza con que afronta el Madrid de Mourinho cada visita al Camp Nou: desde entonces sólo ha perdido los dos partidos de la Supercopa. A cambio, allí ha logrado los dos triunfos más trascendentes:el 1-2 que sentenció la pasada Liga y el 1-3 que le permite optar al título de Copa.

Pese a la gran distancia que les separa en la Liga, el Madrid acabará la temporada con la sensación de haber dado con la fórmula para discutir la hegemonía del Barça. Mourinho ha conseguido poco a poco desactivar el juego combinativo azulgrana y en los últimos partidos apenas ha sufrido ocasiones de peligro.

Esa dedicación defensiva condicionó en el pasado el juego de ataque blanco, pero los últimos clásicos han descubierto un Madrid que explota al máximo su mejor arma:el contragolpe. La presión adelantada, combinada con la movimientos coordinados de Di María, Gonzalo Higuaín y Cristiano Ronaldo, han resquebrajado la estructura del Barcelona que, sin la exigencia de Pep Guardiola y con Tito Vilanova recuperándose en Nueva York, no ha encontrado respuesta al reto de Mourinho.