El cuadro hispalense comenzó de forma sobresaliente la temporada. A Balaídos llegó como uno de los equipos más peligrosos de la competición. Había doblegado al Real Madrid y tuvo contras las cuerdas al FC Barcelona. Ante el Celta defraudaron. Esa mala actuación coincidió con uno de los partidos más serios del conjunto vigués. Sobre todo desde el punto de vista táctico. Esa derrota en la ciudad olívica fue el principio de una racha de resultados que mantuvo al Sevilla más cerca del descenso que de los puestos europeos.

Los números no mejoraban y Del Nido optó por destituir al entrenador madrileño. Unai Emery, en paro tras su aventura frustrada en el Spartak de Moscow que preside Karpin, sería el nuevo preparador del Sevilla. El vasco se estrenaba en Copa del Rey en La Romareda. Desde entonces, el cambio ha sido radical. Tanto a nivel futbolístico como de resultados. El conjunto hispalense sólo ha perdido tres encuentros (Real Madrid, FC Barcelona y Atlético de Madrid).

El juego ha convencido a la grada del Sánchez Pizjuán. Este Sevilla, mucho más intenso en la presión, es un equipo eléctrico. Su ritmo es trepidante. Una de sus virtudes coincide con uno de los puntos débiles del Celta. La zaga viguesa debe solventar los constantes centros llegados desde las bandas (subidas de los laterales) que suelen tener como rematadores a Álvaro Negredo o a llegadores desde segunda línea como Medel, Rakitic o Kondogbia.

El equipo que dirige Abel Resino quiere revertir sus pírricos registros como visitante en el Sánchez Pizjuán. No será sencillo, pues el Sevilla no conoce la derrota en su feudo desde la llegada de Unai Emery. Sus transiciones defensa ataque rápidas y el músculo que tiene en su medular (podrán jugar tanto Medel como Kondogbia) son dos de las asignaturas que tendrá solventar el Celta para lograr su segunda victoria de la temporada lejos de Balaídos.