Por su carácter indómito y caprichoso, el mar todavía guarda sorpresas, aunque midan 15 metros. Nuestro litoral, tan extenso como abrupto, esconde los tesoros más anhelados por los surfistas más avezados: olas XXL.

JetGalicia, una empresa de servicios náuticos, explora el litoral gallego en busca de estos portentos, tan temidos como fascinantes. Hace tiempo que documentan la existencia de rompientes extremas con el objetivo de darlas a conocer para integrar nuestra comunidad en el Mundial de Surf de Olas Gigantes.

"Galicia reúne unas condiciones ideales para olas grandes", sentencia Bruno Novoa, fotógrafo y film-maker de JetGalicia. La exposición a las borrascas del Atlántico Norte, la rocosidad de nuestra costa y el mar de fondo hacen emerger paredes de agua que nada envidian a las de Irlanda o Portugal.

"Yo he visto olas de 15 a 20 metros aquí", describe Novoa y añade que "en Oia y Ribadeo ya hay alguna conocida y se están empezando a explotar". El equipo de JetGalicia recorre el litoral comprobando la posibilidad de surfear esas olas, registrarlas y mostrárselas al mundo. Últimamente han estado trabajando en la zona de la Costa da Morte, donde han obtenido resultados espectaculares.

Un tesoro natural

"Hay muchas zonas que viven de una ola", explica Novoa, aludiendo a casos de pequeñas poblaciones como Mullaghmore en Irlanda, o Nazaret en Portugal. En esta última se estima que el impacto económico ronda 1.5 millones de euros, valoración realizada antes de concedérsele el Récord Guinness al surfista Garrett McNamara, que domó una ola de 28 metros y cuya imagen dio la vuelta al mundo.

La promoción de estas rompientes extremas implica la revitalización económica de sus enclaves así como la protección del litoral, puesto que cualquier alteración de sus condiciones afectaría negativamente a la ola.

JetGalicia confía en que el futuro de muchos pequeños núcleos pase por explotar este recurso natural de forma ecológica y sostenible. "Esto está pasando, aunque tímidamente. Hace unos años íbamos a un pueblo a probar olas y éramos los únicos en el hostal. Ahora los hay llenos, con 20 o 30 personas", describe el fotógrafo.