El talento desatado de Iago Aspas acudió al rescate del Celta en una tarde complicada y llena de aprietos resuelta con un empate que no desahoga su situación liguera pero al menos le permite sumar en un fin de semana en el que la mayoría de sus rivales directos se estrellaron con estrépito.

El partido confirmó, por si quedaba alguna duda, el peso desproporcionado que el delantero tiene en el juego del equipo y su brillante actuación compensó la tarde gris, casi desquiciante de buena parte de sus compañeros de alineación. Solo el moañés con su velocidad, su ingenio y su fe infinita fue capaz de descifrar el acertijo que suelen plantear los equipos de Joaquín Caparrós, desagradables por su intensidad y orden. El partido se convirtió en una especie de pelea particular de Aspas contra el Mallorca, lo que hace más incomprensible la decisión de Herrera de sustituirle a falta de veinte minutos por esa obsesión casi enfermiza de sacarle del campo en el momento que ve la primera amonestación como si su expulsión fuese un hecho inevitable. El Celta se quedó de este modo sin su mejor argumento ofensivo, el único, justo cuando a la defensa del Mallorca le comenzaban a temblar las piernas por el cansancio. Una concesión innesaria que seguramente Caparrós agradeció consciente de los problemas infinitos que el pequeño delantero le había generado a su defensa.

Por si no fueran pocas las dificultades que presentaba el choque, el Celta decidió crearse más con una nueva concesión en defensa que permitió que el israelí Hemed adelantase al Mallorca en el marcador. Cuatro remates concedió la defensa viguesa en una misma jugada poniendo en evidencia la decisión de quienes creen que la prioridad de este equipo ahora mismo es disponer de un nuevo mediocentro. Los de Caparrós agradecieron el regalo y trataron de enredar el partido con su orden. El Celta -que ayer recuperó la línea de cuatro centrocampistas con la novedad de Park haciendo pareja en ataque con Aspas- fue un equipo plano, sin ritmo ni desborde, previsible y que de forma persistente acababa sus ataques en la tela de araña de Caparrós. Tuvo la pelota, pero solo hizo daño con ella cuando logró enviársela a Aspas. En ese momento se encendían las luces y sonaban las alarmas en la defensa del Mallorca. Todas las ocasiones viguesas tuvieron su firma: en el disparo que sacó Aouate en el minuto 8, en la asistencia a Mallo para que éste disparase fuera y sobre todo en la brillante jugada en la que tras sentar a Geromel regaló el gol a Augusto, pero el argentino de forma incomprensible remató fuera con el meta rival vendido. Era una pelea extraña porque Aspas se sintió solo en su tarea. Negados Khron-Dehli y Augusto; ausente Park; impreciso Alex López...el moañés tuvo la virtud de la insistencia y encontró su premio al poco de comenzar el segundo tiempo cuando se llevó el balón a la línea de fondo y puso un maravilloso envío al área pequeña para que Park empujase a la red. El coreano volvía a sacar partido a esa virtud que tiene para moverse en los últimos metros y robarle la espalda a los defensas.

El Mallorca dio entonces muestras de cierto nerviosismo. Desconfió y eso le dio aire al Celta que insistió sin acierto ni brillantez, siempre pendiente de lo que pudiese generar Aspas. Sucedió entonces que el moañés protestó un fuera de juego y el árbitro le mostró la amarilla. Herrera respondió con la sustitución del delantero por Mario Bermejo. Respiró toda Mallorca y estalló Balaídos incapaz de comprender la decisión que privaba al Celta de su mejor, único, argumento para ganar el encuentro. Aspas solo ha visto un par de amarillas en lo que va de temporada, pero el técnico parece convencido de que no es capaz de sostenerse en el campo como si su evidente proceso de maduración no hubieses servido de nada.

El Celta pagó la decisión y aunque siguió disfrutando de la posesión del balón no encontró la manera de generar una sola situación de peligro. Un alejado cabezazo de Bermejo fue todo su argumentario en ese tramo del patido. Atrás, por no perder la costumbre, siguieron los apuros en las jugadas a balón parado donde el Mallorca iba con todo. En uno de los cabezazos Javi Varas tuvo que sacar una mano milagrosa para desviar un remate al larguero y evitar la derrota. El empate es un premio menor pero al menos rompe la dinámica de derrotas y concede el consuelo de que buena parte de los rivales directos han salido del fin de semana con una avería considerable.