Las fuentes oficiales consultadas valoran de forma satisfactoria el resultado del dispositivo de seguridad organizado alrededor del derbi. Su parte de incidentes se resume en "pequeñas cosas", como varios aficionados identificados por arrojar objetos o el encendido de bengalas. Otros testimonios matizan que hubo una carga policial en la zona donde se ubica la estatua de Manuel de Castro antes del encuentro. Una adolescente resultó herida en la cabeza por un porrazo. Aseguran que otro seguidor tuvo que ser trasladado al hospital a consecuencia de los golpes.

Fue el principal momento de tensión durante la jornada, que se supiese al cierre de esta edición. "El dispositivo culmina cuando los aficionados del Deportivo llegan a A Coruña", explican. Los autobuses partieron hacia la ciudad herculina sin incidentes que se conociesen.

La jornada del derbi es la conclusión de una larga semana de trabajo que se inicia con las conversaciones entre los coordinadores policiales de Vigo y A Coruña. Ambos responsables intercambian datos sobre los planes de viaje de los equipos y el desplazamiento de los seguidores visitantes. Todo se plantea al milímetro.

Es una coreografía que implica a 520 personas entre policía nacional, policía local, seguridad privada, protección civil, voluntarios... El entramado de seguridad comienza a desplegarse por la mañana y confluye paso a paso en Balaídos, epicentro del dispositivo. A las 16.00 horas ya está todo organizado alrededor del estadio. Los "walkie talkies" de Alberto Fernández, coordinador de seguridad policial, y Julio Vargas, director de seguridad del Celta, se convierten en el centro neurálgico. Son el cogollo de la tupida red. El helicóptero, por ejemplo, otea las calles circundantes y advierte de cualquier circunstancia a Fernández para que este se lo traslade a la policía.

La unidad de intervención policial número ocho, radicada en Galicia, asume la parte gruesa del dispositivo. Son los que cortan la Calle Olímpicos para aclarar el acceso de los equipos. Han cambiado de táctica. Ahora se introducen también entre los aficionados, en vez de esperar al otro lado de las vallas. El trío arbitral llega en taxi, escoltado, a las 18.12. Pasadas las 18.35 lo hace el Celta. Poco después, el Deportivo. Todo se limita a griterío, ya sea de amor u odio, y queda distante de los futbolistas. Es el primer "test de estrés" del día y se supera.

Ahora toca la llegada de los hinchas deportivistas. La unidad de intervención policial se despliega en la esquina de Olímpicos y Portanet. Los autobuses con los seguidores visitantes van entrando desde Citroen, de dos en dos. A alguno, ya pasado de alcohol, le arrebatan la lata de cerveza de un manotazo. El desfile de autocares y su descarga transcurre de forma ordenada. Los que llegan en coches particulares cruzan la frontera de los policías enseñando su entrada y solo entonces descubren las enseñas deportivistas que han mantenido ocultas por precaución.

Cuentan que al otro lado del estadio, en la desembocadura de Manuel de Castro en la explanicie de Tribuna, se produce entonces la carga policial. Se produce cuando varios individuos arrojan objetos a un grupo de hinchas deportivistas. Cuatro son identificados. Al que arrojó la botella se le propondrá seguramente para sanción. Otras voces aseguran que la carga policial "ha sido desmedida", con el resultado de esa joven seguidora herida y otro treinteañero al que se llevan en busca de ayuda médica. Algún local de la zona sufre desperfectos.

Durante el partido se aprecia en la zona de Celtarras el encendido de una bengala. Los hinchas deportivistas aguardarán casi una hora antes de regresar a casa.