La plantilla del Academia Octavio descansó ayer en casa, molida del viaje en autobús a Guadalajara y dolida por la derrota. Un tropiezo resuelto con polémica arbitral, aunque los académicos no excluyen la autocrítica en el análisis.

El Octavio, a remolque desde la mitad del primer periodo, llegó vivo a la última acción. Domínguez pidió tiempo muerto con 25-24. Su plan se ejecutó al milímetro. "Es lo que decidimos", confirma Cerillo. El extremo recibió y saltó. Debía decantarse entonces entre tirar o buscar la colgada sobre Polakovic, que saltaría por el centro. Optó por lo segundo. "Estaba muy cerrado", explica el vigués. "Ya había avisado a Pavol. Me jugué un fly directo".

Es una acción que los rojillos conocen bien: "Mucha gente hace esta combinación o alguna parecida. No es la primera vez que nosotros la realizamos". Las fases parecieron cumplirse. Polakovic, sin embargo, no pudo completar la acción. De la Salud, el central local, chocó con él. "Penalti clarísimo", denuncia Cerillo. La acción le parece doblemente ilegal: "De la Salud salta con un pie dentro del área. Y contacta con Pavol sin intención de cortar el balón. Es penalti sí o sí". El empate hubiera estado al alcance de la mano. "Habría que haberlo metido, claro", acepta Cerillo.

Los árbitros decidieron ignorar la acción. El partido se deslizó sin más hacia el final. El entrenador del Octavio, Quique Domínguez, y sus jugadores revolotearon con indignación alrededor de los árbitros. Baile inútil pero inevitable, que Cerillo explica: "El árbitro está a mi lado. Tiene la misma línea de visión. Lo ve tan claro como yo. No quiso pitarlo".

El sesgo casero de los arbitrajes de Asobal es bien conocido. "Juegas completamente diferente fuera de casa. Y eso que en Guadalajara, como en As Travesas, no aprieta tanto la gente. No sé qué pasará cuando vayamos a Cangas, Aranda o Palma", aventura Cerillo, si bien reconoce: "El arbitraje no puede servir de excusa. No hicimos un buen partido".