Una vez más nadie faltó a la cita del Parque de Castelos. Detrás de la primera fila, ocupada por la corporación municipal con el alcalde Abel Caballero al frente, miles de personas volvieron a agolparse para disfrutar de un evento deportivo. En esta ocasión cambiaron la camiseta celeste que llevaban hace poco más de un mes por la camiseta roja de la selección. Proliferaron los puestos de venta de productos de la "roja", lo que convirtió a Castrelos en una extensión del Olímpico de Kiev.

Los aficionados de la "Azzurra" también se dejaron ver, aunque en menor medida, y totalmente desaparecidos una vez que la victoria de España tomaba forma.

Nadie se quiso perder una cita histórica. Abuelos, padres, niños, jóvenes, todos llegaron muy temprano a Castrelos ataviados con los colores nacionales. A la hora de comenzar el encuentro el recinto ya estaba totalmente lleno, y los responsables incluso se planteaban cerrar la zona de sillas, que estaban completamente llenas.

El himno de España, con el sonido de televisión a máxima potencia, fue seguido a coro por los casi veinte mil aficionados que volvieron a llenar Castrelos.

El equipo de Del Bosque dominó el encuentro desde los primeros minutos de juego, pero en el ambiente de Castrelos se respiraba cierto aire de respeto hacia un rival que en cualquier momento podía reaccionar.

El disparo de Xavi, a los nueve minutos de juego, levantó de las sillas a los seguidores, que explotaron tres minutos más tarde cuando el excéltico Silva anotaba el primer tanto de la tarde. Un gol que acababa con todos los miedos, aunque aún se mantenía respeto por un rival que todavía no estaba muerto.

Las paradas de Iker Casillas sirvieron para que los seguidores vigueses volvieran a meterse en el partido después de unos minutos en los que parecía acomodados con el primer gol de Silva en el primer cuarto de hora.

Castrelos estalló a cuatro minutos para el descanso, cuando Jordi Alba marcó el segundo gol. Un tanto que encarrilaba la final y que hizo que todo el mundo se abrazara, chillara y saltara de alegría por una final que comenzaba a decantarse.

El descanso sirvió para relajarse y recuperar fuerzas tras una primera parte en la que se pasó del miedo inicial a cierta relajación que infundía una confianza que dejó para la segunda parte lo mejor.

La segunda mitad comenzó con el miedo por la presión de los italianos y los gritos por el penalti por las manos de Balzaretti que el árbitro no vio. Los primeros cambios de los españoles despertaron los aplausos de los aficionados que querían que su apoyo también llegara a Kiev. A medida que pasaban los minutos, la confianza se afianzaba en unos aficionados que comenzaron a hacer la ola y a disfrutar con una victoria que se consolidaba a medida que se acercaba el final del encuentro.

Los goles de Torres y Mata cerraron una tarde y un partido mágico que volvió a tener el Parque de Castrelos como epicentro futbolístico de Vigo. El pitido final desbordó la alegría de los aficionados. Banderas y bufandas al aire para celebrar un triunfo histórico, ya que nadie había conseguido ganar tres finales consecutivas.

Los más jóvenes no perdieron ni un instante en emprender camino hacia la Plaza de América en donde le esperaba una fuente que volvía a acoger una celebración de los aficionados vigueses después del ascenso del Celta hace poco menos de un mes. Mientras unos se marchaban a darse un baño, el resto esperaba entre cánticos y abrazos la imagen que todos quieren ver, y que no es otra que ver al capitán levantar la Copa.

Los cánticos, gritos y bocinazos, volvieron a su punto más álgido cuando aparecieron los jugadores de la selección en el palco recibiendo las medallas. Todos esperaban al momento en el que el capitán, Iker Casillas, recibiera la Copa. Fue el momento álgido de la noche que todo el mundo celebró como si fuera algo muy suyo.

Los aficionados querían fiesta después del triunfo. Nadie quería abandonar un Parque de Castrelos que se ha convertido en el epicentro al culto deportivo de los vigueses. Mientras la pantalla gigante seguía emitiendo la fiesta de los jugadores españoles, la mayor parte de los aficionados se mantenía en sus puestos, aunque poco a poco la "marea roja" tomaba la Avenida de Castrelos para desplazarse hacia Plaza Ameríca para seguir la fiesta.

Después de los últimos éxitos, más de uno comienza a pensar en los Juegos Olímpicos.