Pahíño nunca olvidó sus orígenes, a pesar de los muchos años que pasó fuera de su tierra. Su hijo Alberto recordaba ayer que una de las rutinas de su padre era leer FARO DE VIGO todos los días para enterarse de la actualidad del Celta, el equipo al que llegó en 1943, antes de cumplir los 20 años, tras pasar por el Arenas de Alcabre y el Navia, donde comenzó a jugar a fútbol. En los últimos meses, a pesar de su delicada salud, Pahíño no perdió interés por el club en el que se hizo profesional.

Días antes de que Pahíño falleciera, el Celta celebró por todo lo alto el ascenso. De la gesta no fue ajeno uno de los mitos del celtismo. "Cuando se enteró del ascenso del Celta esbozó una sonrisa. Él siempre estaba pendiente de lo que hacía el equipo. Estando bastante malito, y ya un poco despistado, el pobre siempre tenía una pregunta fija: "¿Qué hizo el Celta?", explicaba ayer Alberto Fernández.

Di Stéfano, por su parte, define al amigo que se ha ido: "Fue un hombre honesto, con el que tuve una gran relación después de dejar el fútbol. Nos veíamos de vez en cuando, aunque él no participaba en exceso en las actividades de la asociación de veteranos del Real Madrid. Le gustaba hablar de fútbol y recordar nuestro tiempo. Tenía una fuerte personalidad e ideas claras sobre cualquier asunto de la vida. Se estaba a gusto con él y he sentido mucho su pérdida".

Luis Suárez siente la desaparición de Pahíño, con el que siguió en contacto tras dejar el Deportivo. "Volví a verlo en A Coruña cuando yo estaba en el Barcelona. Después lo encontré en San Sebastián, donde se había instalado al dejar el fútbol. En ese reencuentro volvió a estar muy cariñoso conmigo. Siempre tuvimos muy buen trato y un gran respeto. Lo conocí cuando yo era un crío y él ya venía de jugar en el Real Madrid y en la selección española".