Se fue a una edad en la que se hace poco ruido en la vida. Por eso no extraña que Luis Suárez se enterase ayer por este diario de que hace unos días fallecía Pahíño, con quien coincidió en el Deportivo de A Coruña. Solamente convivieron durante unos meses, en la temporada 1953-1954, los suficientes para que el único español que posee el Balón de Oro recuerde al vigués como una persona entrañable y buena consejera. Suárez tuvo más fortuna que Alfredo Di Stéfano, quien ahora lamenta no haber compartido equipo con un jugador por el que profesó gran admiración. De hecho, el considerado como el mejor futbolista de la historia, heredó de Pahíño la camiseta del Real Madrid con el dorsal nueve.

"Siempre me quedó pena de no poder compartir equipo con él. Se marchó justo cuando yo llegué al Madrid. Le había visto la temporada anterior en varios partidos, mientras yo esperaba que se arreglase mi pase al equipo blanco", comenta Di Stéfano.

El presidente de honor del Real Madrid, de 85 años, habla con admiración de uno de los mitos del celtismo, que había nacido en la parroquia viguesa de Navia en 1923. "Era un delantero fabuloso, capaz de rematar cualquier cosa. Armaba rápido el disparo y no perdonaba una ocasión. Cuando llegué a España no sabía lo que era un ariete. En Suramérica no se utilizaba. Lo entendí cuando vi a gente como Pahíño".

Los recuerdos de la leyenda hispano-argentina sobre el único Pichichi del Celta en Primera División son precisos, a pesar de los años transcurridos. El futbolista vigués dejó una huella indeleble en Di Stéfano: "También me acuerdo de lo mucho que peleaba contra defensas serios, que intimidaban, como Aparicio, del Atlético de Madrid, o Curta, del Barcelona. Jamás se arrugaba".

Con motivo de su desaparición, una de las anécdotas que se recuerdan en los últimos días sobre Pahíño es la de cuando jugó con el peroné roto durante cincuenta minutos de un partido. Ocurrió el 17 de junio de 1945 en el Metropolitano de Madrid, donde el Celta y el Granada disputaban la promoción de ascenso a Primera. Y así lo contaba el protagonista en 1993 en este diario: "Son cosas que no se te olvidan. En el descanso me vendó la pierna el entrenador del Valencia en aquella época, Moncho Encinas, que era de Pontevedra. Al llegar a Vigo, el médico que me operó, el doctor Andrade, me dijo: ´Porque te coge con 21 años y en verano, sino te quedas para el arrastre´".

Su amigo Di Stéfano reconoce que le hubiese gustado compartir equipo con él. "Sentí mucho que se fuese del Real Madrid en aquel momento porque me perdí a un gran compañero y alguien con el que seguro que me hubiese entendido de maravilla en el terreno de juego. Gané un rival y eso fue un problema. Al comienzo de mi primera temporada en el Real Madrid nos visitó el Deportivo y nos hizo dos goles". Fue la primera vez que los blanquiazules ganaban en Chamartín. "Aquel día, el Santiago Bernabéu y los dirigentes del club entendieron lo que se acababa de perder por no renovarle el contrato". Años antes –25 de enero de 1948–, el vigués había contribuido al primer triunfo del Celta en el feudo madridista (1-4).

En el verano de 1953, Pahíño abandona el Real Madrid y ficha por el Deportivo. Ahí se encuentra con un jovencísimo Luis Suárez. "Tengo recuerdos muy buenos de él. Yo era un chaval cuando subí al primer equipo y todos los jugadores me ayudaron mucho. Él, de manera particular, me dio mucho apoyo y buenos consejos. Me explicaba lo que era el mundo del fútbol profesional. Fue muy cariñoso y muy amable conmigo".

Suárez, que continúa residiendo en Milán, donde triunfó con el Inter tras su eclosión en el Barcelona, define a Pahíño como futbolista: "Era un gran jugador de área, muy potente, muy ágil, que le pegaba muy bien al balón, y por eso metía muchos goles. Era un jugador muy listo, muy vivo en el área, que todo el juego lo realizaba en los últimos metros. Por el físico me recordaba al alemán Gerd Müller. Era parecido a ese estilo de futbolista".

"Para ser delantero se nace", sostenía Pahíño

Pahíño se había sentido "un futbolista diferente". La distancia que le separaba de la mayoría de los compañeros de profesión no sólo se reflejaba en el terreno de juego sino también en su forma de ser. En una España empobrecida económica y culturalmente por la guerra civil, Pahíño llamaba la atención en el mundo del fútbol por su afición a la lectura y a sus ideas de izquierda. Leía a autores como Dostoievski y Hemingway, cuyos libros tenía que adquirir en el extranjero ante la censura que mantenía el régimen franquista. Después de abandonar el fútbol –se retiró en el Granada, en 1957– se aficionó a ver los partidos por televisión y en casa. Decía sentirse incómodo en las aglomeraciones. Cristiano Ronaldo le había robado el corazón en los últimos años y esperaba que el delantero portugués se convirtiese en una leyenda del madridismo. El vigués es un referente en el club de Concha Espina después de anotar 108 goles en 124 partidos. Su facilidad para el remate le llevó a preguntarse durante una entrevista en 1993 : "¿Cómo ahora es tan difícil marcar un gol?". Aseguraba que para sí mismo sí había encontrado la respuesta cuando era futbolista, pero que veía muy difícil aconsejar a los delanteros actuales. "Yo creo que se nace. No comprendo cómo en todo lo que es el área grande y con las oportunidades que tienen de rematar no lo hacen. Quieren amarrar, amarrar y llegar a la red con el balón. Hay mucha carencia de remate a puerta, no sé si por miedo, por precaución... No lo sé. Lo que digo es que en cuanto a fútbol de ataque me resulta decepcionante".

Con el Celta consiguió 56 goles en 82 partidos; y en el Deportivo alcanzó la cifra de 46 en 72 actuaciones. En la selección española, con la que tuvo problemas por sus ideas contrarias al régimen fascista, contabilizó 3 goles en otros tantos encuentros internacionales. El vigués fue el precursor de Cristiano Ronaldo y de Messi. En la comparación entre ambos, como no, se decantaba por el madridista: "Es más completo. No he visto nada igual desde que se retiró Di Stéfano".