Caída brusca y larga redención. El lustro más convulso, resumido en una frase. Mil llantos caben en este esqueleto escueto. Tardes de horror y esperanza, que al final florece y se concreta. El Celta deja atrás una de las etapas más oscuras de su existencia. El club, que se abismó al vacío, recupera su puesto entre los grandes con una política radicalmente distinta a la de sus glorias europeas. Renace y se refunda en gran medida. Otras jornadas vendrán, quizás con nuevas decepciones. Queda esclarecido cómo levantarse. Las próximas generaciones heredan esa hoja de ruta, que tiene la cantera como cimiento.

El Atlético popularizó el concepto como sinónimo de Segunda Division; infierno. El Celta lo ha experimentado como tal durante estas cinco temporadas. Su historia debería haberlo acostumbrado al sufrimiento. Se pasó nueve ejercicios consecutivos en Segunda durante los años sesenta. Llegó a caer a Segunda B a comienzos de los ochenta. La coyuntura, la propiamente futbolística y la global, ha incrementado el dramatismo de la situación. El Celta ha recorrido todos los círculos de su tortura particular: el deportivo, el financiero, el humano...

Oubiña pueda ejercer como cicerone de este recorrido. Es el Virgilio de Dante. El capitán condensa en su figura el derrumbe y el auge. Es el único vínculo que queda en la plantilla con la anterior etapa, lo que prueba la reconversión. Su grave lesión, cuando estaba cedido en el Birmingham City con la promesa de un suculento traspaso, simboliza el quebranto económico. El Celta estuvo junto a él en el quirófano, en las interminables sesiones de gimnasio, en las recaídas que auguraban su retirada igual que la entidad flirteaba con su desaparición. Ha vuelto como símbolo de resurrección y padre de los canteranos que hoy despuntan. El Celta y Oubiña cruzan de la mano el umbral del paraíso. Vuelven a casa.

Oubiña, su fantasma metafórico, nos mostraría las estancias de la sede de Praza de España, las sombras del pasado entremezcladas con la gente que hoy hormiguea por sus pasillos. A Alfredo Rodríguez, animal futbolístico, hecho a la fontanería de la Liga, lo sustituyó Martínez Cobas, ideólogo galleguista. Y a este, el pragmático Antonio Chaves, tecnócrata elegido para gestionar el proceso concursal. El tiempo también ha podado el consejo de administración de Mouriño, que se quiso universalista: de las cuatro provincias, de los diferentes estamentos empresariales, sociales y culturales... Hoy le quedan al presidente los más íntimos. Un Mouriño igualmente baqueteado por la vida, cosido a tragedias. El mandatario buscó en su tierra natal el retiro dorado del indiano. Hoy habita entre ambas orillas del Atlántico, en el jet que lo transporta de una a otra. Prometió que jamás abandonaría al Celta en Segunda. Ha cumplido. Con el ascenso cruza la frontera que él mismo dibujó. En breve se sabrá si prosigue o si vende un club que ha recobrado su atractivo.

Oubiña puede mostrarnos también la evolución de la dirección deportiva en este tiempo. Félix Carnero, hacedor durante una década, pagó el descenso con su destitución. Lo reemplazó Ramón Martínez. Prestigio sin sustancia. Fuegos artificiales cuando se requería oficio. Martínez, durante casi tres temporadas, pobló la plantilla de cedidos insulsos y fichajes fallidos. Bajo el ropaje lujoso, el Celta estaba desnudo. Había que renunciar al oropel, a las ínfulas de viejo aristócrata. Florentino Pérez se llevó a Martínez y fue su regalo. Llegó Miguel Torrecilla, experto en la materia. Lo que se requería.

Oubiña nos lleva a A Madroa. Nos abre el despacho del entrenador. El que ocupaba Stoichkov en el escaso tiempo entre sus viajes privados a Barcelona; el que ocuparon como hostal de paso López Caro, Antonio López, Alejandro Menéndez y Pepe Murcia. Eusebio Sacristán supuso un punto y aparte. El Celta inició la transformación interior que acabaría por revelarse al exterior, aunque ya no sería el vallisoletano el que disfrutase del éxito. Con él al frente prosiguieron las penurias ligueras. Fue el peaje necesario para abrirle paso a los jóvenes valores de las categorías inferiores.

Es la evolución que se percibe al otro lado de la pared, en el vestuario. El club gestionó el trauma del descenso con la fórmula habitual. Conservó a buena parte de la plantilla que había fracasado en Primera y la quiso apuntalar con préstamos o futbolistas que acudían a la llamada de un Celta que conservaba los rescoldos de su fama. Un grupo de nombres sin un componente común que los conjuntase. La limpieza ha sido costosa y paulatina hasta encontrar el sistema que conviene: buscar profesionales sólidos para encargarse de aquellas necesidades que su cantera no acierta a cubrir.

Le queda a Oubiña una pesadilla que mostrar en este recorrido por el averno. El Celta también ha pagado sus pecados en los juzgados mercantiles. Ha disputado allí una competición tan vital como la deportiva. La directiva solicitó la entrada en concurso en junio de 2008. Un proceso tortuoso, que ha estado muchas veces al borde del fracaso. La administración judicial concluiría un año después gracias al acuerdo alcanzado con los principales acreedores, Hacienda y Caixanova. La deuda se redujo de 69 a 30 millones. Hubo coletazos: la ampliación de capital y su posterior reducción que ha provocado una demanda por parte de Diego Placente todavía no resuelta, el juicio a la gestión de Horacio Gómez y Alfredo Rodríguez culminado con su culpabilidad...

Este largo relato concluye con un final feliz. Provisional, como todo en el fútbol, aunque con buenas perspectivas. La activación del contrato televisivo de Primera División permitirá que los responsables económicos de la entidad acorten los plazos de amortización de la deuda previstos en el plan de viabilidad. El ascenso facilitará seguramente retener a los principales valores de la plantilla y negociar incluso la continuidad de Orellana y Oier. Se amplía el abanico de refuerzos a los que la entidad, sin quebrar su solvencia, puede optar. La ilusión del celtismo parece haberse reactivado.

Han sido cinco años en el infierno. Cinco círculos que el celtismo ha recorrido: consejo de administración, dirección deportiva, cuerpo técnico, plantilla, proceso concursal. "A mitad del camino de la vida/ en una selva oscura me encontraba/ porque mi ruta había extraviado", arranca Dante en su Divina Comedia. Saldrá del inframundo guiado por Virgilio hacia el purgatorio como el Celta con Oubiña: "Mi guía y yo por esa oculta senda/ fuimos para volver al claro mundo/ y sin preocupación de descansar/ subimos, él primero y yo después/ hasta que nos dejó mirar el cielo/ un agujero, por el cual salimos/ a contemplar de nuevo las estrellas".

Temp. 2007-2008

16º puesto 52 pts

Stoichkov sería destituido tras la 7ª jornada, con tres victorias y un empate en su haber. Fue su comportamiento el que determinó el despido. Con López Caro reaccionó el equipo, que llegó a jugar en Tenerife en enero con los puestos de ascenso a su alcance. Perdió e inició su declive, que lo aproximó al descenso. Antonio López dirigió la escuadra de la 29ª jornada a la 37ª. Alejandro Menéndez concluyó la campaña, en la que al final se obtuvo la permanencia. El balance: 13 victorias, 13 empates y 16 derrotas.

Temp. 2008-2009

17º puesto 48 pts

Con Pepe Murcia, la escuadra carburó bien hasta enero. El partido aplazado de Murcia, resuelto con derrota, marcó esta vez el punto de inflexión. Murcia fue destituido tras la 26ª jornada (8 victorias, 9 empates y 9 derrotas). Con Eusebio, el Celta no lograría la salvación hasta la antepenúltima jornada, cuando Iago Aspas logró dos goles ante el Alavés en Balaídos que disiparon la posibilidad de descender a Segunda B y desaparecer en pleno proceso concursal. El balance: 10 victorias, 18 empates, 14 derrotas.

Temp. 2009-2010

12º puesto 52 pts

Es la temporada en la que el proyecto se transforma, adquiriendo la cantera su auténtico protagonismo. Eusebio reparte minutos entre todos y es el grupo elegido para la Copa del Rey el que más brilla al llegar a cuartos de final, donde cae ante el Atlético. En Liga, en cambio, se instala en la zona media baja de la clasificación y renquea. Pesa especialmente la falta de gol en la delantera. La permanencia resulta, en comparación con los años anteriores, más desahogada. El balance: 13 victorias, 13 empates, 16 derrotas.

Temp. 2010-2011

6º puesto 67 pts

El Celta logra transformarse en un sólido candidato al ascenso, aunque experimenta también un gran desfallecimiento en el segundo tramo del campeonato, con la visita al Alcorcón como gozne. Tras liderar la clasificación, acaba sexto en la temporada regular, quinto a efectos legales (el Barça B fue tercero), lastrado por las lesiones y por la baja forma de piezas importantes de la plantilla. En el tenso play off con el Granada queda eliminado en la tanda de penaltis. El balance: 17 victorias, 16 empates, 9 derrotas.