Mario Bermejo iniciaba una nueva etapa en su carrera profesional. Se enfundaba la zamarra celeste. Desafiaba la "maldición del 9" que padecieron los que llevaron ese dorsal en los últimos años (Arthuro, Papadopoulos o Manchev). Su papel resultó determinante. Se erigió en el líder del vestuario. El hombre que marcó el camino hacia la máxima categoría.

Fundamental para paliar los problemas en el juego aéreo, el delantero cántabro se sacrificó por el grupo. Asimiló el nuevo rol asignado por Herrera. Dejaba el área, su hábitat natural, para actuar como enganche. Su cometido era erosionar la defensa rival para que el provecho se lo llevasen sus compañeros. El mayor beneficiado fue Iago Aspas. El moañés, además de la magia que atesora en sus botas, demostró su capacidad goleadora al convertirse, con sus 24 dianas, en el segundo máximo artillero de la competición.

El otro veterano del grupo, De Lucas, también tiró de galones. Sus asistencias y sus goles también resultaron claves. Su tanto de falta en el feudo del Elche abrió el camino para completar un "Tourmalet" perfecto. El equipo no tuvo la misma dependencia sobre el catalán que la temporada pasada. Además, el buen momento de forma de Toni le apartó de la titularidad en el tramo final del curso.