Se confirman las previsiones. Habrá lleno en Balaidos. Tan sólo quedan pendientes las anulaciones de los carnés baby que vayan liberando asientos, aunque son muy escasos. Por tanto, treinta mil personas presenciarán el clásico del fútbol gallego. Será un partido decisivo para ambos conjuntos. El Celta lo asume con más presión. Un pinchazo podría provocar que el Real Valladolid se aupase a la segunda plaza a expensas de esa media hora que los de Paco Herrera tienen que jugar en Cartagena. Por su parte, un triunfo deportivista colocaría a los de Oltra con medio pie en Primera División.

Ambiente especial para un partido especial. Balaídos acoge un derbi un lustro después. Por aquel entonces, Baiano anotó el único tanto del encuentro. Victoria por la mínima para un Celta que no fue capaz de lograr la permanencia. Ahora el último precedente es el partido de ida. El conjunto vigués ofreció una buena imagen, fue superior, pero estuvo desacertado en las áreas. Un tanto tempranero de Vila en propia puerta y un golazo de Lassad justo después del empate del Celta fueron suficiente para tumbar a los de Paco Herrera.

Oier Sanjurjo salió de Riazor con un mensaje rotundo. "En la vuelta ganaremos". Desde entonces han pasado 21 jornadas. Los dos equipos comandan ahora la categoría. Han dado muestras de que merecen militar en la élite del fútbol nacional. Cambiaron muchas cosas. Sobre todo en un Celta que antes le costaba ganar ante su afición. Ahora acumula ocho victorias consecutivas. No pierde desde noviembre. Por ello, el celtismo ve a Balaídos como un fortín, una fortaleza que estará defendida por treinta mil personas que intentarán que sus jugadores dobleguen a un Deportivo que sufre lejos de Riazor.