El Celta despidió el año en Balaídos con el orgullo hinchado después de lograr ante el Guadalajara un solvente triunfo €muy corto para sus merecimientos€ que le garantiza despedir 2011 en zona de play-off, el territorio que se le exige al equipo. Fue un día de excelentes noticias, en el que muchos futbolistas regalaron su mejor versión y en el que el nivel de juego fue posiblemente el mejor que se ha visto esta temporada en Balaídos. Herrera parece haber encontrado su equipo y el Celta se ha convencido de que sea el rival el que se preocupe de ellos.

El partido tuvo una puesta en escena que rozó lo esperpéntico y que pudo amenazar el desarrollo del resto de la tarde. Había salido mandón el Celta, De Lucas ya había avisado con una falta que obligó al portero a una gran intervención cuando Alex López en el minuto 6 envió un balón en largo a Orellana. Falló el central y el chileno se plantó ante el portero, le regateó y cuando Balaídos se puso en pie para gritar el gol, el futbolista continuó con la pelota, regateó a otro defensa que llegó desesperado a tapar su remate y siguió en su incomprensible carrera hacia la portería mientras el público le suplicaba a gritos que liquidase la jugada. Cuando Orellana tuvo a bien hacerlo, un defensa del Guadalajara llegó a tiempo de limpiarle la pelota y provocar una monumental bronca del estadio hacia su jugador.

El suceso paranormal puso en peligro la tarde porque una parte de la grada insistió en los reproches hacia Orellana. Oubiña pidió calma desde el terreno de juego y la situación se atemperó. El Celta corría el riesgo de despistarse, de estar más pendiente de lo accesorio que de lo realmente importante, de entretenerse en una guerra que no le convenía. Pero los de Herrera supieron estar en el sitio y plasmar su superioridad sobre un Guadalajara que dio la sensación de desarmarse con demasiada facilidad. Bien gobernado por Borja Oubiña y Alex López (de largo, la pareja que mejor hace jugar al Celta) los de Herrera fueron un equipo fresco, dinámico y convencido de que la mejor manera de desarmar al rival era darle ritmo a la circulación. Lejos de vivir con el recuerdo del fallo de Orellana, el Celta cargó hacia la meta de Saizar enarbolando siempre la bandera del buen gusto. No tardó en encontrar su recompensa porque el Guadalajara era incapaz de frenar aquella producción ofensiva. Demasiado pesados los centrales, poco consistente el medio del campo. Ante esto, el Celta encontró espacio para el último pase. Así lo hizo De Lucas en el minuto 17 para colocar a David solo ante el portero. El delantero en un gesto de absoluta generosidad regaló el balón a Orellana para que marcase a puerta vacía. Una jugada hermosa mal rematada por el chileno que no se le ocurrió otra cosa que mandar callar al público que un rato antes le había recriminado. Un gesto estúpido que volvió a enredar una tarde que prometía ser de las más cómodas que ha vivido el Celta en meses. Por fortuna, el monólogo del equipo vigués estuvo por encima de otras cuestiones. Se sucedieron las ocasiones mientras el Guadalajara asistía sin molestar al espectáculo. El segundo gol llegó en una extraordinaria combinación de De Lucas con Orellana en la que el chileno devolvió el favor a David Rodríguez para regalarle un tanto que el delantero fue a celebrar junto a Paco Herrera.

Todo estaba muy controlado, demasiado. Incluso el Celta no regaló sus tradicionales errores defensivos que sirven para dar vida al rival. Tiene mucho que ver el excelente trabajo de Oier y Túñez, pareja de centrales que Herrera ha tardado en ver, pero que le han dado una firmeza desconocida al equipo en el eje de la defensa. A partir de ahí el conjunto en un saco de confianza importante que en días como ayer se manifiesta con más claridad. En el segundo tiempo el Celta coqueteó con un marcador mucho mayor, pero las ocasiones se fueron al limbo por la escasa puntería de los célticos y también porque el Guadalajara, lejos de ir a por un marcador mejor, se ocupó de evitar una cornada de mayores dimensiones. Se libraron de ella porque en esos metros finales al Celta le faltó una pizca de precisión para traducir en el marcador la abismal diferencia que hubo entre los dos equipos. Al final hubo tiempo incluso para que Abalo tuviese un cariño por parte de Herrera o para que Orellana saliese del campo disculpándose por su gesto. El final a una tarde redonda. Definitivamente ya es Navidad en Balaídos.