Los planes de Herrera salieron bien a medias. El equipo ganó aunque su idea de revolucionar casi por completo la alineación con respecto al pasado sábado –entraron ocho futbolistas nuevos sin contar que Oier jugó en una posición diferente– se confirmó como una propuesta algo peregrina y al final tuvo que tirar de su pareja de moda (Aspas y Tomás) para resolver el dilema que se le había planteado. Se entiende la intención del técnico, su voluntad de refrescar las piernas de los jugadores y mantener al vestuario enganchado. Alineación algo política porque Herrera es consciente de los problemas que puede ofrecer que media docena de individuos se pasen el año en la caseta rumiando por su situación. Pero hay que entender que resultaba complicado esperar que esa alineación ofreciese un rendimiento notable. Y así sucedió. La entrada de Iago Aspas y de Joan Tomás devolvió cierta normalidad, hizo más reconocible al equipo en relación al pasado sábado. Volvieron entonces las buenas sensaciones, las ocasiones y el gol –algo que esta plantilla tiene en grandes dosis–, y el partido cayó de su lado.

La noche no fue sencilla para el cuadro vigués que arrancó muy lastrado por la decisión de renovar por completo la alineación. Se le notó en exceso a los futbolistas la falta de minutos, la poca costumbre de jugar juntos. Y como el Girona acertó al presionar la salida de la pelota, el Celta no encontró otro método que liarse a zapatazos desde su defensa en busca de Mario Bermejo (el único junto a Yoel y Oier que repetía). Le crujían las bisagras a los vigueses que no eran capaces ni de controlar el partido ni de asociarse cuando tenían la pelota, ni de ponerle genio a la pelea. Especialmente llamativo fue el problema que se organizó por delante de los pivotes. Toni no encontró el sitio y Orellana optó por su versión más barroca y desesperante, preocupado por complicarse cada jugada con una sucesión interminable de regates. Encontraron alguna ocasión, pero surgieron siempre de forma aislada en disparos lejanos como los de Bermejo, Toni u Orellana. Nada de fútbol, ni de paciencia ni de manejo de la pelota. La única buena noticia es que la pareja formada por Oier y Túñez, en el centro de la defensa, cumplieron de sobra con una tarea que ofrecía muy mal aspecto.

Herrera tenía claro lo que necesitaba el equipo. En el descanso entró Joan Tomás y a los pocos minutos apareció en escena Iago Aspas, el futbolista que ahora mismo más enganchado está a la competición. Todo cambió de golpe. Tomás y Aspas han sido importantes en la reacción del Celta en las últimas semanas y su sola presencia en el campo devolvió el pulso al equipo. Se volvió de golpe más reconocible. Le ayudó también que el Girona comenzó a presionar de un modo más descoordinado y los vigueses empezaron a encontrar línea de pase. Se abrieron autopistas hacia el área y la sensación que daban los vigueses ya era otra. Una vez se puso de manifiesto que el Celta lo que necesita es llevar la pelota con coherencia al balcón del área, porque ahí tiene futbolistas que tarde o temprano encuentran el pase justo, el remate acertado o el punto de genialidad que derrumba a los rivales. Así ocurrió ayer. En una buena combinación de todo el medio del campo el balón llegó a Orellana que encaró a su marcador, disparó con peligro y David, siempre oportuno, empujó a la red.

El gol aumentó las diferencias entre ambos equipos. Lo que les separa en la clasificación se vio de golpe en el campo. Apretó el Celta en la presión y encontró ataques suficientes para resolver el partido. Orellana aprendió a asociarse, Aspas estuvo en casi todos los "saraos" aunque el equipo se empezó a impacientar por la tardanza del segundo gol lo que añadido al cansancio generó cierta preocupación en el ambiente. También se puso nervioso Herrera que optó por sacar a Oubiña por David Rodríguez para jugar con el vigués por detrás de Bustos y de Insa. El técnico local quiso construir una especie de franja de seguridad, por decirlo de forma "optimista". El Celta dio una sensación extraña ya que el Girona se lanzó a la desesperada y el equipo pareció temblar por momentos. Estuvieron firmes los defensas, aunque a Mallo le sigue faltando una eternidad y sufrió con Moha, y eso permitió a los célticos resistir a tiempo de encontrar una contra perfecta conducida por Insa y Orellana, cuyo centro al corazón del área fue coronado por Aspas para marcar el segundo gol y confirmar el impulso de un equipo que empieza a creer en sí mismo..