Probablemente ningún otro ascenso a Primera División ha significado tanto para el celtismo como el vivido en la campaña 1986-87 de la mano del inglés Colin Addison. Quizás porq ue nadie contaba con el Celta, seguramente porque en la cuneta se quedó el Deportivo con una acción polémica que degeneró en batalla campal y cambió para siempre la rivalidad entre ambos equipos, pero sobre todo porque, casi sin quererlo, un puñado de amigos fue capaz de involucrar en torno un sentimiento a toda una ciudad y desatar el delirio. Siete de aquellos héroes: Javier Maté, Patxi Villanueva, Fernando Arteaga, Pichi Lucas, Manolo Agujetas, Atilano Vecino y José Manuel Alvelo así lo atestiguan.

El sistema de competición ideado aquella campaña era muy distinto del actual. "Los doce primeros se clasificaban para una liguilla y ascendía el primero de cada grupo y el mejor segundo. Llegamos un poco por casualidad. Estábamos prácticamente descolgados hasta que fuimos a Riazor y ganamos por 0-1 con el famoso penalti de Díaz Vega a José Alvelo", recuerda Javier Maté, portero de aquel equipo, que precisa: "Desde ahí tuvimos opciones pero hubo que pelear hasta el último partido, que jugamos en Sestao, y que fue un poco atípico porque, si perdíamos por más de un gol eran ellos los que ascendían".

El Celta entró con fuerza en la liguilla (4-1 al Málaga en Balaídos) pero estuvo a punto de quedarse sin opciones después de ser goleado en Vallecas (4-1) y perder frente al Málaga en La Rosaleda (1-0). Fue entonces cuando el técnico, el irrepetible Colin Addison, decidió coger el toro por los cuernos. "El inglés era cojunudo, un tipo de una pieza. Daba libertad a la gente y al mismo tiempo era muy exigente, trasnochaba y le gustaba la cerveza pero siempre era el primero en llegar a los entrenamientos. Y no te pasaba una", revela Fernando Arteaga. Después de perder con el Málaga se llevó a los jugadores a un bar para evaluar la situación. "Temíamos que nos echase una bronca del copón por la derrota, así que pedimos unas coca- colas y unos zumos. Y fue cuando el inglés se enfadó de verdad. Nos llamó cosas que no se pueden repetir, dudó de nuestra hombría y dejó muy claro que a los hombres él solo invitaba a whisky y a cerveza. Desde aquella noche todo cambió, algo empezó a cuadrar", afirma el centrocampista vasco.

"No teníamos un gran equipo pero el inglés creó un ambiente excepcional", certifica Maté. Pichi Lucas, autor de doce goles aquella campaña, apunta un dato más: "El inglés fue el motor de aquel equipo, su alma máter. Supo sostenerlo, sobre todo cuando no ganábamos." Y la confianza y el buen rollo (que todavía hoy se percibe de inmediato) saltaron del equipo a la grada hasta apoderarse por completo de la ciudad. "El éxito de aquel ascenso fue el ambiente, en el vestuario y fuera, en la grada. A veces se conjugan muchas circunstancias para que algo funcione. Aquello fue una causa común, del equipo, de la afición, de la ciudad. Sin tener un gran conjunto, porque no lo teníamos, conseguimos hacer un bloque unido y que toda la ciudad se enganchase a él", destaca Lucas.

El sonado y polémico triunfo en Riazor fue el siguiente punto de inflexión en el camino del Celta a Primera División. El Celta se impuso por 0-1 tras un falta fuera del área a José Manuel Alvelo que Manuel Díaz Vega, luego árbitro de renombre, señaló como penalti. Baltazar no perdonó y los hinchas de los dos equipos se liaron a palos. Hubo carga policial y numerosos heridos, entre ellos varios policías. La batalla campal propició el cierre de Riazor por tres partidos y de Balaídos por uno, aunque la sanción al Celta fue luego revocada por el Comité de Apelación.

"No fue penalti, aunque sí falta fuera del área. Pero el árbitro estaba un poco lejos de la jugada y la pitó dentro", corrobora José Manuel Alvelo, protagonista de aquella polémica acción. "Fue la clave para que pudiésemos conseguir el ascenso. Eso y el partido contra el Rayo en Balaídos, que ganamos casi el final por un gol a cero [tanto de Atilano]. Fuimos a Sestao con una renta bastante buena porque nos bastaba perder por uno a cero y empatamos sin goles", subraya el exvolante céltico.

Alvelo repasa la trayectoria del equipo en la liguilla. "No estábamos jugando mal aunque tuvimos dos partidos muy malos, contra el Rayo en Madrid, donde perdimos por 4-1, creo recordar, y también en Málaga. Pero los partidos de casa los sacamos con solvencia. Lo ganamos prácticamente todo: al Deportivo, al Málaga, al Sestao y goleamos al Castellón. Fuera nos costaba un poco más, pero en general hicimos buena campaña", recuerda Alvelo.

Tras vencer en Riazor y ganar en Balaídos al Rayo, solo quedaba rematar la faena en el último partido, en Sestao, el equipo revelación del campeonato que dirigía un tal Jabo Irureta. La movilización era ya imparable. En pocos días se agotan las mil cuatrocientas plazas del tren del ascenso fletado por el Ayuntamiento, nace la peña Comando Celta, la ciudad se tiñe de celeste. Más de dos mil personas se desplazan a Sestao. Y lo mejor estaba por llegar. Veinte mil gargantas enloquecidas reciben al plantel en la Plaza do Rei. Desde A Cañiza los jugadores son escoltados por una marea celeste. "Fue un ascenso precioso por la pasión y el sentimiento que se desbordó. El regreso de Sestao y la entrada en Vigo fue apoteósica. Nunca he visto a la ciudad tan volcada con un equipo. Desde A Cañiza escoltados a uno y otro lado del autobús. Fue increíble", rememora Atilano Vecino. El exzaguero confía en que la escena se repita el 20 de junio. "Tendremos e Celta que queramos tener. Hay que creer y arraigar el hecho de que el Celta es nuestro, de toda la ciudad, es un sentimiento hacia unos colores. Hay que ser celestes y celtistas hasta la médula", concluye.