Extraña mezcla de júbilo y pesar en Navia. Alboroto de la plantilla campeona, que recogió trofeo y medallas; pesadumbre del presidente, al que nadie facilita el canon que permita al Academia Octavio disfrutar del ascenso a la Asobal conquistado en la cancha. Paradoja desasosegante para un club en la orilla de hacerse cincuentón, entre la gloria y la nada.

Ofició el conjunto vigués su funeral irlandés. En la tierra del trébol despiden a sus muertos con profusión de alcohol y música. Se lamenta la muerte del ser querido, que es a lo que se expone la entidad académica si las instituciones no cumplen lo prometido en el rosario de recepciones oficiales de las pasadas semanas. Se festeja el gozo de haber disfrutado su vida y es realmente gozosa la temporada. El Pilotes Posada la culmina con el holgado ascenso, su récord histórico de puntos en la categoría y un registro inmaculado en casa. De la mezcla resulta una sonrisa melancólica.

Siempre está transida de tristeza la última jornada, incluso si se corona con éxito. Quique Domínguez entregó minutos a los que se irán aunque el equipo sobreviva: Barisic, Abramovich, Ruesga, Mikalauskas... La fortaleza del grupo se tasa en su último servicio. Sabiéndose de mudanza, no escatimaron energías. Atrás dejan un tiempo en el que han sido felices.

El encuentro tuvo poca chicha. Al Octavio le duró el Grupo Pinta lo que tardó en desperezarse y afilar los dientes. A falta de cuatro minutos para el descanso, los cántabros vencian por tres (10-13), amparados en un Jorge Pérez que se ganó los aplausos de la hinchada enemiga con su festival de paradas. Sopló el Pilotes y al rival se le cayó su casita de paja. Volteo inmediato (14-14) y tras regresar del vestuario, el descabello.

Salió Xavi Díaz a clausurar su puerta. Montávez y Fran González pisaron el acelerador. Cacheda se exhibió esta vez desde el extremo izquierdo, una alternativa interesante. Quique aplicó además el 5.1 que emplea para cambiarle el paso a los adversarios. El 24-20 fue el último resultado con cierto equilibrio. Desde ese punto, parcial de 12-0 a favor de los vigueses. Gundín, en el tiempo muerto del Grupo Pinto, gritaba a sus compañeros: "Un poco de orgullo". Sentado después, seguía mascullando: "Amor propio". Los cántabros se habían presentado en Navia ya descendidos. El cuerpo les aguantó lo que la mínima esperanza de regalarse en la despedida una hombrada.

Parecieron en esos instantes seres de especies distintas, gigantes contra enanos, dioses y hombres. 32 puntos separan a ambas escuadras en la clasificación. La angustia, sin embargo, las hermana, la muerte salvo milagro.