Quique Domínguez se aferra a la calculadora mientras a su alrededor la gente se aprovisiona de confeti. "Es mi papel", se resigna el técnico. "Me toca luchar contra la euforia general". El técnico emplea la palmeta matemática para mantener firmes a sus jugadores: "Nos falta un punto para certificar el ascenso y tenemos que ganarlo en la pista". Y ha de ser este sábado, ante el Barakaldo, para ahorrarse ansiedades en las dos jornadas posteriores.

El Octavio recibe a los vascos y no deja nada al albur. Ha cambiado la hora. Será a las 20.15 para coincidir con el Obearagón, que recibe al Barcelona, y solo un cuarto de hora antes de que se inicie el Teucro-Anaitasuna. Son tres duelos en la cumbre. En el Central, primero contra séptimo; en Huesca, segundo contra quinto; en Pontevedra, tercero contra cuarto. A los vigueses, con seis puntos de colchón y seis en disputa, les llega con empatar o que cualquiera de sus dos rivales deje escapar un punto. De esa forma, se deshace la posibilidad de un triple empate, que favorece al Obearagón. El average particular (sobre el Teucro) o el general (43 goles de ventaja sobre los aragoneses) dejarían la cosa hecha. Y Quique, pese a todo, no se fía.

El entrenador combate contra la relajación que tienta a sus hombres, un riesgo que comprende. "Tengo la sensación de que nos está afectando estar tan cerca del ascenso y los jugadores han bajado un puntito en intensidad. Se notó en la primera parte contra el Villa de Aranda", diagnostica. "La confianza en nuestro juego y que esto pueda resolverse en casa debe ayudarnos".

Descarta, en todo caso, que el incierto futuro de varios miembros de la plantilla influya: "Esa situación se produce en el final de cada temporada. Siempre hay jugadores que esperan la llamada del club. En nuestro caso, todos saben que no hablaremos con nadie hasta que se consiga el objetivo". Tampoco afecta al grupo que el presidente, Javier Rodríguez, no garantice la salida en Asobal por cuestiones económicas: "Estamos centrados en lo deportivo. Todos conocemos las dificultades que atraviesa el deporte, el balonmano en concreto y nuestro club. Es un tema que no nos compete". Al menos, sí existe la certeza de su continuidad en el banquillo, esa renovación que Rodríguez y Domínguez cierran sin palabras, mirándose a los ojos: "Se da por sentado. Si hay equipo, allí estaremos".

El entrenador, que ayer concedió descanso a la plantilla, se centra en lo que mejor maneja, que es lo que sucede dentro de la cancha. Las malas y buenas noticias se compensan. Cerillo y Cerqueira causan baja para lo que resta de temporada. Polakovic y Pablo Domínguez, en cambio, estarán listos ante el Barakaldo. El extremo, fichado para suplir a Cerillo, se ha incorporado con gran naturalidad a esa otra familia que dirige su hermano. "Ante el Villa de Aranda nos sirvió de revulsivo", indica Quique sobre Pablo. "No tenía dudas respecto a su adaptación, porque conoce a casi todos los compañeros y la categoría. Y tampoco dudaba de su sacrificio y aportación. Al jugar en el extremo, no lo tiene tan difícil. Además, nos da variantes defensivas como en el 5.1. Para eso lo trajimos".

Influye la ausencia de Cerqueira especialmente en la solidez del centro de la defensa. "Lo podemos notar. Pero contamos con otras alternativas. Mikalauskas ha superado sus molestias".

Necesita la mayor frescura que su colectivo pueda ofrecer porque el Barakaldo propondrá un juego áspero. "Es un equipo en el que no destaca ningún jugador. Pero llevan jugando juntos mucho tiempo. Su balonmano no es vistoso. Su estilo es muy físico, de contacto y brega. Van al choque tanto en ataque como defensa. Su meta era la permanencia y aún tienen alguna opción de meterse en la fase de ascenso. Darán guerra". Y a esa guerra se dirige el Octavio para completar el camino que inició en septiembre. Solo entonces Quique resoplará de alivio y se permitirá una sonrisa.