"Me sigo poniendo nervioso antes de los encuentros", confiesa Fran González a sus 38 años, 21 de ellos como profesional del balonmano. "No se me va el gusanillo. Mientras tenga esas sensaciones y el cuerpo aguante, espero seguir". Y el Pilotes Posada, encantado. El presidente, Javier Rodríguez, le prometió la renovación si se lograba el ascenso. El entrenador, Quique Domínguez, elimina incluso esa condición. "No sé cuál será el desenlace, pero me gustaría que se quedase", declara el técnico. "Ha hecho méritos y me consta que se siente a gusto. Fran es muy importante dentro y fuera de la cancha".

El asturiano (Avilés, 1972) cumple su segunda etapa en la entidad rojilla. Cerró la primera (2004-2007) con la fiesta del ascenso, cuya concreción no disfrutó en Vigo. Se mudó al Barakaldo, a donde Domínguez lo fue a buscar. Necesitaba inyectar sabiduría a una plantilla joven, alquien que cubriese el hueco dejado por Infestas. Fran firmó por una campaña, sin discutir. "Sé que no tengo 20 años y no quiero engañar al club. Estoy pensando en el partido de León y lo que viene después. A final de temporada habrá tiempo de hablar".

La fecha de su nacimiento despertó ciertos recelos en el entorno. "Es normal. Los años no perdonan. Todo el mundo tenía dudas sobre mi rendimiento. Yo tenía confianza. Sé que físicamente estoy bien todavía. Las cosas están saliendo. Se pueden hacer mejor y espero que sea en esta recta final", indica.

Javier Rodríguez defendió su incorporación con fe inquebrantable. Se apostó con los periodistas una cena a que el avilesino marcaría al menos 80 goles. A falta de siete jornadas acumula 56. "Lo conseguirá", mantiene el presidente. "Si fueran pases de gol… Nunca he sido de lanzar mucho. Ya se lo comenté en el momento que lo dijo. Faltan bastantes partidos. A ver si me da tiempo", aventura el primera línea.

Es una estadística anecdótica. En Fran González no cuenta el número sino la calidad. Como el gol que logró de falta directa, con el crono a cero, en Aranda. Y se le elogia especialmente por el efecto multiplicador que tiene sobre sus compañeros. "Fran conoce el oficio", describe Quique. Lo sabe bien. Llegaron a coincidir como jugadores en el Teucro, a finales del pasado siglo. "Quizá con el tiempo haya perdido lanzamiento, pero ha ganado en el pase y en la toma de decisiones. Es muy generoso y conecta bien con la segunda línea. Si las cosas van bien, deja que se luzcan otros; si se ponen feas, asume mayor protagonismo. Sabe cuándo toca", resume.

El sabio de la tribu agradece los parabienes. Su sueño confeso es disputar al fin la Asobal con la camiseta del Octavio. Y quizás llegar a los 40 firme sobre la cancha. Pero advierte: "Lo que importa ahora es el partido en León (mañana, 12.00)".

El balonmano en su invierno le permite paladear emociones como asistir a la explosión de Cacheda, que cría a su vera. "No lo conocía", confiesa. "Había escuchado a todos hablar bien de él. Cuando llegó de la selección en pretemporada, me dije: "Este chaval tiene calidad". Posee cualidades fantásticas. Pablo muy listo, se queda con lo que le dices. Si tienen un poco de paciencia, porque es muy joven, puede marcar una época en el balonmano español". González, a su modesta manera, lo ha hecho. Dos décadas llevan su firma. Recién comienza la tercera.