El Celta debe aprender a gestionar con urgencia la angustia que le acompañará inevitablemente hasta final de temporada. Ayer no supo hacerlo y se dejó llevar por un exceso de ansiedad que se adueñó de casi todos los jugadores y convirtió al equipo en un saco infinito de nervios. Los de Paco Herrera cedieron la tercera derrota de la temporada –llevaban catorce consecutivas invictos– tras ofrecer un mediocre partido ante un Huesca que hizo valer su propuesta y que deja a los vigueses sin el colchón de puntos que tenían al frente de la clasificación. Fue uno de los peores días del Celta en lo que va de temporada: mal plantado en el campo, impreciso todo el tiempo, fallón, extremadamente nervioso y abandonado por la suerte en el remate, uno de sus tradicionales aliados esta campaña. El tortazo pareció inevitable toda la noche.

Los de Herrera podrán agarrarse a las cuatro ocasiones clarísimas de que dispusieron ayer, pero precisamente fue en ellas en las que se advirtió la angustia con la que el equipo afrontó el encuentro. David Rodríguez y De Lucas, dos seguros de vida durante la temporada, se comportaron como infantiles cuando se vieron cara a cara con Andrés, el excelente portero del Huesca. Eligieron mal en casi todas las acciones y desaprovecharon el festival de pases de gol que les llegó a través de Trashorras, hiperactivo –a veces hasta el exceso– durante todo el partido y cuya producción no encontró recompensa.

En el destino del partido jugó un papel esencial que el Huesca acertase en su primera aproximación a portería. Corría el minuto tres y el Celta había salido con excesiva frialdad, como el boxeador que tiene la sensación de que el combate irá para largo y se toma los primeros asaltos para entrar en calor. Fue un arranque desconcertante en el que también tuvo que ver el desorden con el que los vigueses se plantaron en el campo. El cambio de Michu por López Garai generó un desconcierto general del que se aprovechó el Huesca para instalarse con tranquilidad en el campo y ponerse por delante al primer descuido.

A partir de ahí el Celta sufrió un absoluto cortocircuito del que sólo Trashorras pareció sacarle. En medio del festival de imprecisiones en el que se convirtió el equipo el de Rábade consiguió filtrar cuatro pases excepcionales que David y De Lucas enviaron al limbo de forma incomprensible. Donde se necesitaba frialdad los delanteros vigueses se dejaron llevar por un curioso atolondramiento que añadió si cabe más presión al grupo de Herrera. Unas veces fue Andrés, otras los postes (en las dos de De Lucas) y en todas ellas las malas decisiones las que impidieron que el Celta se fuese al descanso con el marcador igualado.

Estaba claro que no era el día del Celta. Tras el descanso y el cambio obligado de Murillo por Mallo el equipo vigués trató de empujar de salida. Lo hizo en un par de acciones que Andrés solventó tras disparos de Bustos y de Trashorras y en un posible penalti reclamado por Quique de Lucas. Fue una cuestión más de empuje que de fútbol. Con escasa participación por las bandas, sin apenas profundidad, el Celta fue cayendo en el tradicional pecado de querer entrar por el embudo que se formaba en la frontal de un Huesca. Herrera echó más leña al fuego al dar entrada a Iago Aspas y más tarde a Dani Abalo. Pero esta vez la pareja de canteranos no solventó la papeleta porque los defectos del Celta se hicieron más patentes a medida que pasaba el tiempo. El equipo seguía sin luces y Trashorras, muy cansado, ya no encontraba las rendijas en la defensa del Huesca para volver a encontrar a los delanteros. Y sin el de Lugo el Celta es hoy por hoy menos equipo. Tuvo el dominio –en parte porque el Huesca no se sentía demasiado amenazado–, pero no fue capaz de construir nada sensato con la pelota. El Huesca aprovechó en el último suspiro un error del equipo vigués para marcar el segundo gol y dejar el partido resuelto y convertir en inútil el gol de David Rodríguez en pleno descuento tras una buena internada de Dani Abalo. El Celta se acostó menos líder de lo que era. Herrera tiene trabajo. De aquí a junio esperan muchos días complicados en los que además de jugar habrá que tener los nervios templados y ahí está claro que al Celta le queda camino por recorrer.