Borja Oubiña ha vestido toda su vida de azul. Mayormente el celeste, pero también el de tonalidad más oscura del Birminham City, recién proclamado campeon de la Carling Cup tras derrotar por sorpresa al Arsenal. El pivote vigués, que en la ciudad inglesa conoció el dolor de la lesión y del acoso laboral, se alegra por aquellos escasos compañeros de su época que aún permanecen en la plantilla. "Me toca de lejos", dice del triunfo del club de West Midlands. La batalla que ahora le ocupa es lograr su segundo ascenso con el Celta.

Fue aquella una época convulsa para Oubiña, de sentimientos contradictorios. Su cesión al Birmingham City se concretó a escasas horas del cierre de mercado de 2007, sobre la frontera del 31 de agosto. De hecho, había disputado el debut liguero contra el Recreativo con Stoichkov. La directiva céltica, en plena reestructuración de la plantilla tras el descenso, había roto el acuerdo con el Benfica días antes por disparidades en la fórmula de pago.

Oubiña emprendió una aventura atractiva para él. De siempre había admirado la Premier League, la intensidad del fútbol inglés, la riqueza de sus ambientes. En el City encontró a un técnico que creía en él. Steve Bruce le prometió la titularidad desde el principio, aunque dosificándolo en su aterrizaje. Le administró los minutos hasta aquella infausta tarde de Anfield, cuando Kuyt, en el minuto 11 le destrozó la rodilla.

Fue el inició de una larga cadena de desgracias. Las médicas, con las sucesivas intervenciones, y las contractuales. Oubiña se operó en Vigo y regresó a Birmingham. Pero Bruce fue despedido y todo el proyecto que había liderado cayó en desgracia. Con el técnico se marcharon sus ayudantes. Oubiña se convirtió de repente en un inquilino maltratado. La directiva lo apartó de la plantilla, le cicateaba los cuidados y las instalaciones. Forzó, en suma, la rescisión de su contrato.

El vigués, con el temple que le caracteriza, analiza aquella etapa sin amargura. "Estaba liado y no vi la final de la Carling. Pero estoy contento de haber jugado en ese equipo, disfruté el tiempo que estuve. Todo se tuerce cuando te lesionas. Me alegro por los trabajadores de la entidad, que era muy majos, y por algún jugador que queda allí todavía. Estuve viendo por internet y ante el Arsenal actuaron Johnson, Ridgewell y Jerome, que salió por Zigic en el minuto 92. Queda poco ya. No me toca muy de cerca. La estructura del club, es diferente a cuando estuve".

El capitán del Celta ha aprendido durante su larga convalecencia a aferrarse a lo que la vida le propociona y no perderse en hipótesis dolorosas. Y lo asible ahora mismo es la pelea por el ascenso. Es el único que queda en A Madroa del grupo que Vázquez condujo a Primera en la temporada 2004-2005. El único que puede comparar. "Cuando un equipo está arriba, coincide en unas señas de identidad: defiende bien y arriba hace daño. Pero la idea es diferente. Fernando tenía un juego más de posición, no necesitaba tanto espacio y en defensa estábamos más desprotegidos. Defendíamos 4 y 1. Con Paco Herrera somos más de correr, nos sentimos más cómodos con espacios y defendemos diferente. En la ilusión, en las ganas, en el buen ambiente del grupo, en eso sí que se parecen ambos equipos. Cualquiera que esté arriba debe tener unas bases sólidas".

De la crisis provocada por el descenso se aprovechó una camada de canteranos (Isaac, Jonathan Aspas, Israel, Iago Bouzón, el propio Oubiña) que no llegó a estabilizarse. Oubiña le pronostica un mejor futuro a la actual: "Esto tendrá continuidad porque la persona que manda decide que sea así. Han visto que tiene lógica. Es una situación natural. La gente que sale demuestra que no sólo acompaña, sino que incluso suma y es importante. Aquella hornada también era muy buena, no tenía nada que envidiar a la actual. Pero había otros presupuestos, otras prioridades y jugar para la gente de casa resultaba mucho más difícil".

Oubiña ha recorrido el largo camino entre esas dos épocas protagonizando lo extremo: UEFA, internacionalidad, lesión, reaparición ocasional... Vuelve a estar a las puertas de la cancha y en este brete se muestra sereno. "Me decía un amigo: "Debes tener tranquilidad". Poseo toda la del mundo y más. Poder entrenar dos días seguidos, sin tener que tomar ningún antiinflamatorio, ya es un premio. Y hay que tener perspectiva de la cosas. Un equipo que funciona no se toca. Me siento contento de que el Celta sea líder, de que todos los jugadores rindan a un nivel altísimo. Me da igual si indirectamente me dificulta entrar o me perjudica, prefiero que las cosas sean así". Esa capacidad de disfrutar, en cierto modo, es una de las lecciones que se trajo de Birmingham.